HISTORIA DE VIDA
Cartas  del pasado: Vida de Rafael Barret

<STRONG>HISTORIA DE VIDA</STRONG> <BR>Cartas  del pasado: Vida de Rafael Barret

GRACIELA AZCÁRATE
Como diría el abogado Loton,  entrañable personaje de Tabuchi´ hay personas que esperan cartas del pasado, cartas del pasado que nos expliquen un tiempo de nuestras vidas que nunca entendimos, que nos den una explicación cualquiera que nos haga aprehender el significado de tantos años transcurridos, de aquello que entonces se nos escapó, usted es joven, usted espera cartas del futuro, pero suponga que existan personas que esperan cartas del pasado, y que quizás soy de esas personas y que incluso me aventuro a imaginar que un día  me llegarán.

Es cierto, a veces a una le empiezan a llegar cartas del pasado, intermitentes, caóticas, incomprensibles. Llegan escondidas  en el ropaje de un libro, un texto, un artículo de periódico.  Por ejemplo, llegó aquella carta de Soledad, de la nieta del anarquista español, pero llegó  en hilachas de versos de Benedetti con la guitarra de Viglieti. 

Y no era la historia de su abuelo. No.  Eran esas hilachas de versos que decían una cosa aprendí junto a Soledad que el llanto hay que empuñarlo darlo a cantar… Otra cosa aprendí junto a Soledad,  que la patria no es solo un lugar…Una tercera cosa nos enseñó, lo que no logre uno, ya lo harán dos.

Desde principios de enero las cartas del pasado hablaban de Soledad Barret, la nieta de Rafael Barret, torturada y asesinada en 1973. Y de pronto la nieta y el abuelo escribieron esas cartas del pasado que explican que hay otra contracara para leer las cartas de la historia oficial. Que leyendo esas cartas caóticas y desordenadas en la vida de otras personas uno va entendiendo que la historia del Paraguay y su guerra de exterminio en 1870, tiene otra lectura, que Mitre, Sarmiento y el periódico La Nación eran para otra cosa y que como diría Augusto Roa Bastos los escritores paraguayos debieron esperar a Rafael Barret para empezar a escribir del dolor paraguayo.

´´Barret nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy, nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica, de ¨la realidad que delira¨ de sus mitos y contratitos históricos, sociales, culturales¨.

Rafael Barrett nació el 7 de enero  de 1876 en Torrelavega, provincia de Santander. Sus padres fueron la española María del Carmen Alvarez de Toledo y Toraño y el ciudadano inglés George Barrett Clarke. Estudió en Francia e Inglaterra y en los primeros años del siglo XX cursó estudios de ingeniería en Madrid.

Era un joven dandy,  gastador y mujeriego que empieza su  vida pública a golpes de escándalo el  24 de abril de 1902  cuando apalea públicamente al duque de Arión, en plena sesión de gala del circo de Parish. Toda la prensa de la capital se hace eco de la noticia que constituyó un sonado escándalo en la sociedad madrileña. Barrett había desafiado a duelo a un abogado de apellido Azopardo que, para evitar el enfrentamieno, convocó a un Tribunal de Honor alegando que Barrett era homosexual.

El Tribunal, presidido por el duque de Arión, hizo oídos a la acusación de pederasta que Azopardo había lanzado contra Barrett y le descalificó. Barrett, indignado, se hizo examinar por médicos de prestigio. El Tribunal nunca restituyó el “honor” de Barret y pocos meses después apareció en varios periódicos madrileños una sorprendente noticia: Rafael Barrett se ha suicidado. La noticia era falsa, pero era  un símbolo:  era un acta de defunción dentro de la sociedad española.

Rechazado y expulsado de la sociedad madrileña, Barrett decide emprender una nueva vida y viaja a América a finales de 1902 o principios de 1903. Allí inicia el camino que le llevará a convertirse en un hombre nuevo y  en apenas siete años, produce toda su obra periodística. Su pensamiento se inscribe en el centro de la controversia ideológica que ha sido denominada “crisis de fin de siglo” y que sacudió con fuerza los cimientos del pensamiento europeo durante los años finales del S. XIX e inicios del XX,  él se  define plenamente en su juventud madrileña como un “joven del 98″, que vive la complejidad de aquellos momentos de crisis.

El núcleo principal que  agita las conciencias de aquellos “jóvenes del 89″ y la clave hacia la que se aglutinan aquellas inquietudes, radica seguramente en la confluencia de dos voluntades de renovación radical: en lo estético y filosófico el modernismo, en lo social y político el regeneracionismo. El modernismo, quiere abrir la idea de naturaleza humana hacia lo fantástico, lo misterioso, lo enigmático, lo arracional, por medio, principalmente, de la expresión artística.

El regeneracionismo, desde su análisis de los males de la España del “desastre” y su diagnóstico de una degeneración nacional profunda, más allá de la pura derrota militar y mucho más grave que ella.

La amistad de Barrett con Valle Inclán, con Maeztu, con Manuel Bueno, con Ricardo Fuente, su contacto con Baroja, el nombre dado a la revista que dirige en Asunción («Germinal») son datos muy significativos que lo sitúan en conexión con los núcleos más inquietos de la juventud madrileña del final de siglo.

Al llega a América se instala en Buenos Aires y comienza a escribir  sus primeros artículos que aparecen en los diarios El Correo Español, El Tiempo y en las revistas Ideas y Caras y Caretas.  En 1904 viaja a Paraguay como corresponsal de El Tiempo para informar sobre la revolución liberal que en aquel país había estallado, simpatiza con los jóvenes intelectuales que en su mayor parte se habían sumado a la revolución. Con ellos entra en Asunción, en diciembre de ese mismo año, y allí se queda, trabajando primero como funcionario de correos, luego como agrimensor. Aunque progresivamente va dedicándose más y más al periodismo. En abril de 1906 contrae matrimonio con Francisca López Maiz.

A partir de 1906 sus escritos son cada vez más crítico, más comprometidos en la denuncia de las injusticias sociales, identificándose explícitamente con anarquismo.

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