POR GRACIELA AZCÁRATE
La historia es el esfuerzo del espíritu para conseguir la libertad. Hegel
Hace unos meses José Ribas, el fundador de la revista Ajoblanco una revista libertaria española que en 1977 llegó a vender 100.000 ejemplares pasó por Buenos Aires y en una entrevista concedida a Página 12 dijo algo muy interesante: ahora los viejos tenemos que dejar paso a las nuevas generaciones, darles nuestro pasado para que ellos puedan gestionar futuros.
Esa frase me hizo pensar en los textos que han aparecido en la prensa intercambiando posturas ideológicas de dos intelectuales dominicanos. Esas frases florecieron como una rosa en unos textos que vengo leyendo desde hace meses sobre el papel de las élites, como se comprometen con su tiempo, como responden a los intereses de clase, como han ido resolviendo o no lo que pasaba en cada una de las sociedades donde se desarrollaban, sobre todo me ayudó a reflexionar sobre las relaciones de poder, la política y las consecuencias de ser mujer, intelectual, vivir en un país que se dice moderno pero que repite pautas de comportamiento que parecen clonadas de las prácticas trujillistas de 1930.
Recordé una polémica entre René Depestre y Jacques Stephen Alexis hacia 1956, a propósito del papel jugado por las élites bicéfalas como llama el primero a las élites haitianas.
En 1974, René Depestre escribió el prefacio de la edición cubana de la novela El compadre general sol que fue editado en La Habana por Casa de las Américas.
Texto entrañable, no solo porque arroja luz sobre Jacques Stephen Alexis, su familia, su obra y su literatura sino porque además aprovecha para indagar en la vida de Jacques Roumain, el papel jugado por esos intelectuales que se inclinaron por alejarse de su clase social, ahonda en la vida de Sir Stephen Alexis padre, la élite bicéfala haitiana, el panorama de la novelística haitiana hacia 1915, la servidumbre indigenizada, los negritos extravagantes de Haití y las jóvenes generaciones de poetas, escritores y ensayistas que reflejan eso que Depestre llamó élites indígenas de carnaval.
Lo que recuerda en ese prefacio es la ebullición de una juventud que lo cuestionaba todo, que revivía la historia del pasado para comprender ese presente marcado por la Intervención norteamericana, como la sociedad y sus intelectuales jóvenes o viejos tomaban partido. El recuerda y cita la fundación del periódico La Ruche que traducido quiere decir La colmena pero que quería significar el avispero que deseaban desatar los jóvenes poetas para provocar y obligar a mirar de frente nuestras verguenzas, nuestras heridas y nuestras cadenas
Él recuerda que invitó a Jacques Stephen Alexis a colaborar en La Ruche y que éste no titubeó en hacerlo, inaugurando el primer número con una crónica titulada: Cartas para los hombres viejos
La columna estaba firmada con el seudónimo Jacques La Cólere.
Depestre continúa con su relato y se pregunta: Quienes eran, pues, estos hombres viejos a los cuales se refería la cólera terrible de Alexis. La vejez en cuestión, no tenía nada que ver con la fecha de nacimiento o con las arrugas de los destinatarios de sus cartas. Se trataba de la senilidad de los hombres que niegan el progreso de la historia: la caducidad de los Lescot y de los Truman, la decrepitud del poder del dinero que es solamente capaz de suscitar por todas partes expediciones y empresas coloniales, monopolios, odios raciales, negación de justicia, rapiña de materias primas, codicia y animalidad feroces, desigualdades monstruosas, parodias rampantes de cultura, élites indígenas de carnaval y toda suerte de miserias violentamente devoradoras del hombre.
La pregunta es qué ha pasado, ochenta años después con esos jovenes viejos y con las élites de carnaval devoradoras de hombres.
En el retrato que hace Jacques Stephen Alexis de Jacques Roumain recalcó que fue un hombre capaz de rectificarse y reconocer que se había equivocado. La historia siempre es dadora de ejemplos elocuentes de como la naturaleza humana resuelve sus contradicciones y conflictos. Mirado a la distancia esas generaciones, esas élites que de jóvenes devinieron viejos en el caso haitiano son modelos de comportamiento y de la resolución de los conflictos de clase y de grupo.
Un ejemplo es la vida de Gerard Pierre-Charles.
Nacido el 18 de diciembre de 1935 en Jacmel, al sur de Haití fue militante de la Juventud Obrera Católica, participó en la creación de un movimiento sindical en los años 50. En 1959, fundó junto al escritor Jacques Stephen Alexis y el economista Gérald Brisson el Partido de la Lucha Popular, de orientación marxista, que procuró unir a los jóvenes militantes contra la dictadura de Francois Duvalier, y que dará nacimiento al Partido Unificado de los Comunistas Haitianos (PUCH).
Enfrentado a la sanguinaria represión de los «tontons macoutes emigró en 1960 a México, en donde residió hasta 1986. Trabajó como profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), publicó más de 20 libros, entre ellos su clásico «Radiografía de una Dictadura», y se lo considera uno de los grandes intelectuales progresistas latinoamericanos.
Organizó, en 1971, el primer encuentro entre universitarios haitianos y dominicanos y junto a su esposa, la historiadora Suzy Castor, trabajaron por el acercamiento de los dos países que ocupan la isla La Española.
Al regresar a Haití, en 1986, tras la caída de Jean-Claude Duvalier, se integró a la lucha por la democratización de Haití. Al caer el Muro de Berlín, rompió con el PUCH y apoyó la candidatura del joven sacerdote partidario de la teología de la liberación, Jean-Bertrand Aristide, electo presidente en diciembre de 1990. Muchas divergencias los dividieron mas tarde y la ruptura se consumó en el año 2000 cuando Jean-Bertrand Aristide obtuvo un segundo mandato presidencial .
El economista e intelectual denunció las acciones dictatoriales del ex sacerdote y se colocó a la cabeza del nuevo movimiento opositor, Convergencia Democrática.
El poder – publicó Le Monde – reaccionó con violencia y en diciembre de 2001, su casa, su centro de investigaciones y la sede de su partido fueron incendiados por las milicias de Aristide.
«Aristide traicionó todos los valores morales que lo llevaron al poder en 1990. Se ha convertido en ser perverso y maléfico», le dijo Gerard Pierre-Charles al periodista Jean-Michel Caroit.
Optimista en la adversidad, no dejó de expresar su dolor por la incapacidad mostrada por los haitianos en resolver sus problemas. «Una intervención extranjera es dura, dos son demasiado», decía con frecuencia. Nunca perdió el optimismo ni su inquebrantable fe en el ser humano.
Como el editor español, en medio de los conflictos de su pueblo, fiel al mandato de figuras señeras como Jacques Roumain o Jacques Stephen Alexis, leal a su juventud respondió esa carta colérica de 1925 asumiendo que para als futuras generaciones de haitianos los viejos tenemos que darles nuestro pasado para que ellos puedan gestionar futuros
Fuentes:La Revista de Prensa es elaborada en Santo Domingo por José Luis Soto de AlterPresse.