Historia del Rotary Club dominicano

Historia del Rotary Club dominicano

Aporte

El jueves 5 de diciembre del 2013, a las 4 de la tarde, Rudyard Montás Bazil tocó a mi puerta. Lo acompañaba el doctor Freddy Santana Céspedes con un impecable guardapolvo blanco, un estetoscopio colgado del cuello, una cabellera blanca aleonada y una historia para ser contada.

Como periodista al fin olfateé una historia para narrar y no sé porqué me acordé de aquello que escribió Paul Harris en 1935, en la revista “Esta Época Rotaria”: “Este es un mundo cambiante; debemos estar preparados para cambiar con él. ¡La historia de Rotary tendrá que ser escrita una y otra vez!”

Me preparé para escribir una y otra vez esa historia de Rotary en un rincón del Caribe, para reescribir “los olvidados gestos” de nuestros mayores.

A medida que el doctor Santana contaba su vida de médico rotario, las consecuencias de la vida de sus padres en un patio de Santiago de los Caballeros en la década de los 40, por esas cosas que pasan por la cabeza de los escritores evoqué la casa de Harris y su esposa Jane.

Miembro fundador del club Prairie de Chicago, en una de las caminatas convocadas por el club conoció a una hermosa mujer nacida en Edimburgo, Escocia. Se llamaba Jean Thompson, se enamoraron y se casaron en 1910. Dos años después compraron una gran casa y le pusieron por nombre “Comely Bank”.

No tuvieron hijos pero en esa casa emblemática, en ese el jardín de la amistad ellos vivieron su largo y feliz matrimonio. Fueron un ejemplo de vida, de pareja, de amistad, de solidaridad entre los sexos, mientras rotaban con sus amigos y vecinos, con sus sueños y anhelos; y entonces ocurrió que como Jean y Harris, los solteros que participaban de ese sueño de Rotary que había echado a andar en 1905, empezaron a casarse y a sumar a sus esposas al movimiento rotario.

Y me pareció elegíaco que aquel “gesto olvidado” fructificara 109 años después en una institución de servicio que avanza entre todos, con todos y todas.

Y pensé en esa foto de Freddy Santana con una letra en alto, con el recuerdo del padre sastre, con la canción de Bobby Capó sobre “El quinto patio” en los labios.

“Por vivir en quinto patio /desprecian mis besos /un cariño verdadero /sin mentiras, ni maldad. /El amor cuando es sincero /se encuentra lo / mismo / en las torres de un castillo / que en humilde vecindad.

Y la necesidad imperiosa de enseñar a leer y a escribir para que las madres y las abuelas descifren una receta y no se mueran los chiquillos.

Porque de lo que hablamos con el doctor Freddy Santana era de las “Escuelas de Patio Frespon” para alfabetizar a la población más necesitada, porque era como ese mandato rotario de dar, servir, compartir y hacer un mundo mejor, más habitable, más justo y generoso.

Lo que el doctor Santana soñó y llevó adelante como médico rotario del Club Rotario Santo Domingo Poniente es lo mismo que pasó a inicios del otro siglo en EE.UU.

Lo que Paul Harris soñó tuvo como escenario un país como Estados Unidos que vivió entre 1900 y 1920 una verdadera “era progresiva” en la que, impulsado por un amplio movimiento social reformista, se estableció un cuerpo legislativo institucional que se dirigió contra los abusos del desarrollo económico y contra la corrupción política, que trató de regular la forma ordenada de la vida social, tanto en las relaciones laborales como la vida urbana y sus problemas de higiene colectiva, seguridad ciudadana, viviendas, criminalidad y educación.

Dos fueron los motores del progreso norteamericano: el periodismo y el humanitarismo social.

El periodismo de investigación de diarios como Mc Clure’s, Cosmopolitan, Every Body’s, Arena o Hamptom’ llevó a cabo una formidable labor de denuncia de los males de la sociedad americana que despertó la conciencia de la misma.

Las actividades e iniciativas de carácter humanitario fueron igualmente decisivas.

Por iniciativa de Jane Addams (1860- 1935) se abrió en Chicago, en 1889, la “Hull House”, un centro comunitario para inmigrantes y trabajadores que pronto se convirtió en una institución social que, además de funcionar como círculo recreativo, jardín de infancia y escuela de artes y oficios para los trabajadores y sus familias y se ocupó de todo tipo de cuestiones sociales (regulación del trabajo de mujeres y niños, pensiones, inspección sanitaria, escuelas para obreros y similares).

Y así como pensé en el jardín de la amistad de un matrimonio norteamericano de 1910, el relato del doctor Santana me llevó de la mano por ese “Quinto Patio” que tarareaba Elio Santana, su padre, en un callejón de Santiago, mientras cosía como sastre de la mano de su esposa Olinda, la esposa que le dio diez hijos, entre ellos el doctor Freddy Santana.

Como a Paul Harris en 1905, al doctor Freddy Santana lo marcó la realidad en la que le tocó nacer, vivir, estudiar y hacerse un ciudadano de provecho para su comunidad.

Nació el 12 de junio de 1942 en Santiago de los Caballeros, en República Dominicana.

Elio Santana, su padre, declarado antitrujillista estuvo un sinfín de veces preso, hasta que una noche le avisaron que lo iban a matar, entonces se montó en un camión de plátanos a las 4 de la mañana para perderse en el anonimato de Ciudad Trujillo, en los años 50. Tiempo después mandó buscar a la familia. Era un sastre pobre que compró una máquina de coser de tercer uso y en un callejón de Santiago instaló una sastrería llamada Quinto Patio.

Freddy Santana supo desde niño que iba a ser médico. Empezó su carrera de medicina en 1961, el año que mataron a Trujillo.

Cuando el 30 de agosto de 1968 terminó su carrera de medicina, tres días después se fue a estudiar y perfeccionarse a la Argentina, donde trabajó en el Hospital Rawson, hizo su especialidad en cirugía cardiovascular de adultos y niños y se entrenó con el doctor Favaloro.

Al regreso a Santo Domingo, en 1974, como no se hicieron eco de sus proyectos emigró a Puerto Rico, trabajó en el Hospital de Lares y conoció a la persona que lo llevó de la mano al mundo de Rotary.

Cuando le pregunté por qué su sistema de alfabetización se llama “Escuelas de Patio Frespon” me contestó que por su nombre y por la canción que cantaba su padre mientras cosía en esa sastrería perdida en un callejón de Santiago.

“El proyecto de las Escuelas de Patio nace para resolver un grave problema de la humanidad, que frena el avance de los pueblos, que anestesia las ansias de superación del ser humano. Ese grave problema es el analfabetismo.”

“Nuestro proyecto de luchar contra el analfabetismo de los adultos de nuestro país y en el mundo tiene dos años y medio de existencia. Hemos inaugurado 190 escuelas de patio, graduado 5,336 personas adultas y 374 niños… ahora todos alfabetizados.”

Con el lema “Sí se puede”, las “Escuelas de Patio Frespon” del doctor Freddy Santana Céspedes tienen como objetivo alfabetizar.

“El objetivo es alfabetizar tres millones de dominicanos en 5 años; 26 millones de personas en Centroamérica y el Caribe en 5 años; 72 millones de latinoamericanos en otros cinco años; 660 millones en el continente africano; cientos de millones de analfabetos en el continente asiático, y de esta forma erradicar el analfabetismo como mal en la humanidad.”

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