Historia ficción y revolución de abril (2 de 2)

Historia ficción y revolución de abril (2 de 2)

 FABIO RAFAEL FIALLO
El planteamiento de la vieja guardia del PSP, formulado en un documento de fecha 8 de septiembre de 1964 bajo el título “Unámonos para rescatar las libertades”, descartaba igualmente la opción del cuartelazo militar implícita en el Pacto de Río Piedras.  (Para detalles de aquella declaración del PSP, y un análisis crítico de la misma, véase Franklin Franco Pichardo, Historia de las ideas políticas en la República Dominicana, 3ª edición, pp.161-2; y Piero Gleijeses, La crisis dominicana, capítulo IV). 

La posición de la vieja guardia del PSP, dicho sea de paso, no estaba muy alejada de la de algunos dirigentes del mismo PRD, entre ellos Ángel Miolán, Pablo Rafael Casimiro Castro y Virgilio Mainardi Reyna, quienes tampoco rechazaban a priori una salida electoral (Gleijeses, p. 130-1; y Bernardo Vega, Cómo los americanos ayudaron a colocar a Balaguer en el poder en 1966, p.87).

El debate quedó resuelto antes incluso de la insurrección militar de abril del 65: la vieja guardia del PSP, que había sostenido la tesis que acabamos de mencionar, quedó en minoría dentro de su propio partido después de haberse visto criticada por los cuadros y dirigentes jóvenes de aquella institución, quienes calificaron aquella tesis de eslogan “electorero” y de “concepción oportunista de derecha” (ver Franco Pichardo, pp. 161-2 y Gleijeses, pp.148-51).  Como era de rigor en los partidos comunistas, la vieja guardia del PSP, viendo su tesis rechazada por las instancias del partido, hace su “autocrítica” y acepta la línea adoptada por sus camaradas.  En el momento de la insurrección de abril, en resumidas cuentas, solamente la estrategia de Río Piedras quedaba en pie.

El PSP y en particular la vieja guardia de ese partido podían desde luego estar errados en la evaluación que habían hecho de la coyuntura política del momento y de la forma de instaurar en el país un gobierno representativo de los reclamos populares.  Pero nadie, estoy seguro, osaría poner en entredicho la fidelidad de esa vieja guardia a sus principios revolucionarios.  Nadie, en otras palabras, osaría afirmar que dicha vieja guardia se proponía adrede hacerle el juego al Triunvirato y ayudarle a mantenerse en el poder.  Antes bien, en el documento en que defendía aquella posición, el PSP reclamaba que las elecciones fuesen “presididas por un gobierno imparcial y serio en el que el pueblo pueda confiar”.

La estrategia de aquella vieja guardia mostraba, es verdad, cierta ambigüedad al respecto, como lo señala Franco Pichardo: por un lado proponía utilizar el proceso electoral prometido por el Triunvirato, y por el otro reclamaba un “gobierno imparcial y serio” para organizar o presidir las mismas.  Pero esa indiscutible ambigüedad no debe ser considerada necesariamente como una falla intrínseca a la tesis, sino más bien como un signo de flexibilidad: no podía saberse de antemano qué magnitud iba a alcanzar la ola de revuelta que habría de manifestarse durante la coyuntura política que crearía un proceso electoral.

Ahora bien, puesto que en ese mismo documento se descartaba explícitamente la opción del cuartelazo militar, sólo las protestas y los actos de desobediencia civil habrían podido provocar las condiciones necesarias para la celebración de nuevas elecciones aceptables y legítimas. Ambas tesis, la de Bosch y la del PSP, partían de una constatación común: el status quo no se sostenía.  Sin la legitimidad que sólo las urnas pueden brindar, con una política de austeridad que lo hacía cada vez más impopular y socavado por la erosión acelerada de apoyo militar, el Triunvirato mostraba una fragilidad mortal (tanto más cuanto que, nadie lo negará, el mismo no estaba dirigido por una mano despótica, autocrática o megalómana).  Las protestas callejeras, las críticas en los periódicos y las huelgas cobraban amplitud.  Esto ocurría además de la efervescencia que reinaba en algunas casernas militares… Todas las condiciones estaban pues reunidas para que se pudiese producir a corto plazo un cambio político de envergadura.

Para “los viejos” del PSP, el descontento de la población era tal que, una vez iniciado el proceso electoral, y a pesar de las restricciones que el Triunvirato trataba de imponer, la movilización popular podría modificar radicalmente el balance de fuerzas en el país, hasta el punto de propiciar el establecimiento del “gobierno serio e imparcial” al que aludía la declaración del PSP arriba mencionada.  Bosch, aunque de acuerdo con la posibilidad e importancia de capitalizar el malestar reinante, concebía como ya explicamos una salida más bien político-militar: como fue la fuerza de las armas la que había quebrado el orden constitucional, era necesario contar con la fuerza de las armas para acompañar y respaldar el descontento popular.

Puede decirse, en resumen, que la tesis de la vieja guardia del PSP se basaba en la movilización popular, en tanto que la del Pacto de Río Piedras no era viable en la práctica sin un cuartelazo militar.

Teniendo en cuenta el cauce desafortunado que tomó la política dominicana consecutivamente a la Revolución de Abril, no estaría de más hacer un poco de historia ficción y preguntarse ahora, retrospectivamente, qué habría ocurrido si, en vez de jugar la carta de la conspiración antigolpista a fin de propiciar un retorno a la constitucionalidad sin nuevas elecciones, la oposición al Triunvirato hubiese apostado a favor de una movilización popular creciente explotando la promesa de elecciones formulada por dicho Triunvirato.  ¿Hubiera Balaguer podido entronizarse en el poder como lo hizo, por un período tan largo y de una manera omnímoda, si la oposición al Triunvirato hubiese optado por la vía de la movilización popular implícita en la estrategia de la vieja guardia del PSP, en vez de apostar a favor del cuartelazo antigolpista del 24 de abril?

A nadie le cabe duda de que la estrategia del PSP no tenía la mínima posibilidad de éxito en caso de haber sido adoptada exclusivamente por ese partido minoritario; pero lo mismo no puede decirse tan categóricamente si dicha estrategia hubiese sido promovida por el conjunto de las fuerzas de oposición al Triunvirato y en particular por el PRD (siguiendo en ese caso la línea propuesta dentro de aquel partido por Casimiro Castro, Mainardi Reyna y Miolán).  La cuestión no reviste solamente interés histórico: como veremos ulteriormente, la misma puede arrojar luces sobre las ventajas y desventajas relativas de métodos alternativos de lucha política.

El próximo artículo de esta serie habrá de evaluar, a la luz de la experiencia ganada y los resultados obtenidos, las objeciones que podrían hacerse a la estrategia propuesta por la vieja guardia del PSP.

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