El mundo tal y como lo conocemos y entendemos hoy día en el hemisferio occidental tuvo un gran empuje en su desarrollo gracias a la rápida industrialización europea a partir del invento de la máquina de vapor. Con anterioridad a mediados del siglo XV el alemán Johannes Gutenberg había hecho otro enorme aporte con la invención de la imprenta. Dando un salto de gigante en la escala del tiempo nos colocamos en el siglo XXI para ser testigos del vertiginoso desarrollo y crecimiento de la inteligencia artificial. Analizar en el tiempo la aparición de la ciencia y tecnología permite una mejor visión de la ruta andada por el Homo sapiens desde que asumió su carácter bípedo. Saber de dónde venimos y en qué punto de la coordenada tiempo espacio nos ubicamos es de gran utilidad para entender el presente y proyectar un futuro cada vez más conectado y cercano a la realidad. A una colectividad que ignore su pretérito, se le haría más lento y tortuoso el andar hacia el porvenir. Aceptar lo necesario del ensayo y del error para avanzar es fundamental en una mejora social continua. La avanzada y potente memoria, individual y colectiva, distinguen a la especie humana del resto de los mamíferos.
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La observación detallada de los fenómenos de la naturaleza y su registro permite al humano elaborar hipótesis de causa-efecto, así como el advenimiento de la filosofía como prerrequisito para la entrada al mundo de las ciencias.
Preocupa la aceleración del pensamiento y más grave todavía la anulación del razonamiento humano pasando dicha actividad al algoritmo de las redes neuronales.
Si de algo debemos sentirnos privilegiados es de nuestra naturaleza como ser social con enorme capacidad para sentir amor, compasión, solidaridad, sana convivencia, protección y la cooperación entre los pueblos en proyectos que beneficien a toda la humanidad.
Mucha gente vive ensimismada y distraída ajena a lo que les sucede a su alrededor. Temas nodales como el calentamiento global y el cambio climático, al igual que las pandemias, los movimientos migratorios y las guerras parecen suceder en otra galaxia.
Nunca las personas habían experimentado una vida tan restringida a la pantalla rectangular de un teléfono inteligente. El sedentarismo y el aislamiento físico incrementan los índices de sobrepeso, diabetes, hipertensión arterial y estrés.
Como nada de lo arriba mencionado lo registramos no nos hacemos conscientes del daño que nos ocasionamos. Hay una amnesia colectiva, así como hábitos de corto plazo. Poca gente lee obras clásicas ni voluminosas. Tendemos a lo trivial y a lo ligero. Nos motiva y entretiene las truculencias del momento. Nada de ayer nos interesa ni mucho menos del mañana.
Urge que nuestros historiadores salgan al ruedo con atractivos modelos que despierten en la juventud la curiosidad por saber de dónde vienen, dónde están y a dónde les están conduciendo sin que lo noten.
Conocer la historia es una responsabilidad que nos permite planificar un mejor mañana para todos. Es nuestro deber legar a las generaciones futuras una mayor longevidad con más calidad que la que heredamos.