SERGIO SARITA VALDEZ
Los intelectuales dominicanos de reciedumbre y profundidad analítica, quienes en la segunda mitad del pasado siglo XX dedicaran gran parte de su vida a estudiar nuestra realidad social, pueden contarse con los dígitos de una mano y probablemente sobren dedos.
Uno de esos pocos, sin duda alguna, responde al nombre de Juan Bosch. Esa figura titánica hija del pensamiento hostosiano, martiano, bolivariano, marxista, casi más bien universal, nos viene a la mente cada vez que nos toca evaluar hechos y vicisitudes del hoy. Entonces nos preguntamos lo que haría Bosch, si viviera, ante una experiencia similar.
La conmemoración de otro aniversario del asesinato de las Hermanas Mirabal y su chofer, acaecido en noviembre de 1960, y de la inmolación de Manolo Tavárez ocurrida en diciembre de 1963 en las lomas de Manaclas, han coincidido con la lectura del ensayo de novela histórica que lleva como título Manolo, de la autoría de Edwin Disla. El libro narra la vida real del legendario líder de la agrupación política 14 de Junio desde su etapa puramente anti trujillista hasta que muriera abrazado a la tesis del foquismo guerrillero del Che Guevara.
Hemos querido resaltar los breves episodios que relatan la interacción directa entre el fundador del Partido Revolucionario Dominicano, profesor Juan Bosch, y el líder catorcista. En la página 355 de la novela se hace alusión a unas declaraciones de Tavárez Justo hechas con anterioridad a las elecciones generales celebradas en diciembre de 1962. En ellas, Manolo criticó al PRD acusándolo de asumir una postura complaciente con los trujillistas. Ello preocupó a don Juan. Escribe Disla que en el libro Crisis de la Democracia, Bosch expresaría: «que los catorcistas eran patrióticos, honestos y buenos luchadores, pero no habían tenido ni tiempo de estudiar a su pueblo, ni luz que los orientara». Aduce que luego de una reunión entre ambos dirigentes políticos, Bosch le comentaría a don Antonio Guzmán «la inexperiencia de estos muchachos, los lleva a actuar como políticos de tercera». A dicha opinión Guzmán le agregaría: «Sí Juan, actuarán como políticos de tercera, pero también como patriotas de primera».
Luego del triunfo arrollador de Bosch en unas elecciones libres y transparentes, Manolo reconoció haber errado en su apreciación del presidente electo. Ofreció su apoyo condicional al nuevo gobierno, declarando que: «Si el PRD no defrauda al pueblo ni compromete el destino de la revolución de liberación nacional, habrá cumplido con su papel histórico.
Si lo traiciona, tendrá al 14 de Junio de frente, a la vanguardia de la lucha del pueblo, ya que como revolucionario, nuestro deber es hacer la revolución».
En una postrera reunión y tratando de disuadirlo de la idea guerrilla, Juan Bosch, ya siendo jefe de Estado le diría a Manuel Aurelio: «Manolo, un líder de tu potencial nace cada cien años y cuidado. No es justo que arriesgues tu vida en una aventura de niños. Mejor sigue integrándote a la vida política de la nación, y viaja, capacítate más. La guerrilla es una etapa superada en la región. El poder de los norteamericanos impediría su triunfo a cualquier costo». Tiempo después don Juan comentaría: «Yo creía que la pureza sólo se encontraba en los laboratorios hasta que conocí a Manolo».
El tercer capítulo de Crisis de la Democracia, de Bosch, se titula La Juventud Desviada y se inicia diciendo:»El movimiento 14 de Junio se había formado en la clandestinidad, con una mística de heroísmo y sacrificio que produjo muchos mártires, muchos torturados en las prisiones de Trujillo y muchos desaparecidos cuyas tumbas nadie sabe dónde están. En año y medio, casi todas las poblaciones dominicanas fueron cubiertas por células del 14 de Junio, y los jefes y los miembros de esas células secretas eran jóvenes profesionales y estudiantes de la alta y la mediana clase media, y alguno que otro, muy contados, de la pequeña clase media. Cuando los delegados del Partido Revolucionario llegaron a Santo Domingo, la mayoría de los principales líderes del 14 de Junio estaba todavía en prisión, entre ellos, el que iba a ser su Presidente, el doctor Manuel Tavárez Justo. Esos jóvenes tenían pasión patriótica, eran honestos y buenos luchadores, pero no habían tenido tiempo de estudiar a su pueblo y por tanto no conocían ni la composición social del país ni la diferencia de actitud ante la vida que había entre un campesino y un hijo de rico de la Capital, entre un obrero azucarero y un abogado, entre un sin trabajo de Gualey y un Secretario de Embajada. Bajo la tiranía de Trujillo la República vivía aislada del resto del mundo y los luchadores anti trujillistas del interior no conocían el pensamiento de los que habían logrado saltar la muralla e irse afuera, a otros mundos donde habían podido estudiar con más serenidad y con relativa objetividad el proceso histórico dominicano, la psicología nacional, el juego de las fuerzas internas y externas que habían presionado sobre el pueblo dominicano y lo habían formado o deformado en un trabajo de siglos. Más adelante continúa Bosch: El nacionalismo de los catorcistas fue una consecuencia de su anti trujillismo y se manifestó como anti norte americanismo. Si Trujillo y los Estados Unidos eran socios, los jóvenes catorcistas debían ser, y lo fueron, anti norteamericanos».
Concluye Bosch el libro Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana con este párrafo: «La crisis de la democracia en la República Dominicana es una crisis de la democracia de América. Tiene sus peculiaridades dominicanas, pero no es exclusivamente dominicana. Cuando fue derrocado el Gobierno que el pueblo dominicano había elegido el 20 de diciembre de 1962, el puñal entró en carne dominicana y su punta fue a clavarse en el corazón de América. Pues América es múltiple y es, sin embargo, una, todo cuanto ha sucedido en un país americano ha sucedido luego en otros. Por lo menos, eso enseña la historia, y la historia no es sólo un relato de lo que ya pasó, sino también y sobre todo, un espejo de lo que va a pasar».
De su parte, Edwin Disla, en el epílogo de su interesante novela relata: «Los campesinos salían de sus bohíos únicamente a verlos y saludarlos, a Vale Toño por su nombre. Éste hizo su última parada y dijo: Aquí fue donde asesinaron a Manolo y a los muchachos. El entorno estaba lleno de matas salvajes. ¿Y a los muchachos no fue contra el corte de una carretera abandonada que los colocaron desnudos, amarrados a la espalda? Sí, ese es el corte de la carretera, lo señaló cubierto de malezas. ¿Y a Manolo? De aquel árbol. Fue a verlo y para su sorpresa, lo rodeaban pequeñas matas de flores rojas. A estas flores, musitó Vale Toño, les echamos agua casi tó lo día, para mantener vivo el recuerdo de Manolo».