Historia secreta de una presunción autoral

Historia secreta de una presunción autoral

Si Alexis Gómez Rosa hubiese dispuesto de un dinerillo, probablemente hubiese logrado ser el autor de una antología, la suya propia, pero nunca la del grupo La Antorcha.

Es una falacia y una irreverencia pretender atribuirse la autoría de una producción colectiva, en la que todos trabajamos y aportamos, no solo nuestros propios textos poéticos, sino artículos epocales, fotos, comentarios, diseños, materiales originarios como la portada de la revista “Destellos” y el editorial que allí se publicó y, finalmente, la corrección de estilo de un bodrio que llegó a albergar hasta cinco elementales y rudimentarias faltas ortográficas en un simple pie de foto.

La idea de que se trataba de un libro personal, de propia autoría, solo se incubó en la mente exageradamente narcisista del poeta Gómez Rosa, lo que constituyó una puñalada trapera de esa que los chulos malsanos, protagónicos de su derrota, acostumbran a inferirse o provocarla, para lamentar los esguinces en que terminan los Pedro Navaja.

Fue el 21 de mayo de 2007, en una tarde medio calurosa, propicia para la cerveza o el vino, que Mateo Morrison me llamó y dijo: “Enrique, La Antorcha cumple hoy cuarenta años, debemos celebrarlos” y con pasión quisimos hacerlo, pero ligeros inconvenientes lo hicieron imposible. Ya luego, a la semana siguiente, nos reunimos a rememorar y Mateo Morrison propuso la conveniencia de editar una antología en la que cada quien seleccionara sus textos en una proporción limitada y buscáramos un intelectual de renombre como Marcio Veloz Maggiolo, Víctor Villegas u otros para que realizara el prólogo.

La publicación de este texto se le propondría al Lic. José Rafael Lantigua, Secretario de Estado de Cultura o, en su defecto, dije: “También podemos publicarla en la Editora de la UASD, pero debe ser este año que es cuando cumplimos los 40”. Acordamos, pues, convocar a todos los miembros a una reunión y debatir los detalles de manera colectiva.

El tiempo inexorable transcurrió y siempre cada quien tenía una excusa o le era imposible asistir.

A fines o principios de 2008, Mateo me hizo llegar un manuscrito con las letras de Gómez Rosa (que aún conservo), donde estampaba sus criterios proponiendo una cantidad límite de páginas, que cada quien buscara a un escritor que presentara sus textos y la propuesta de un título: “Una palabra para cruzar el puente”, lo que objeté de inmediato y taché en el manuscrito “Una” y le añadí una s a palabra, para que dijera “Palabras para cruzar el puente”, ya que se trataba de una propuesta, nunca de una decisión.

El tiempo transcurría y mientras esperábamos una reunión confirmativa, Gómez Rosa, según nos dice ahora, buscó cotización, eligió a su diagramador y componedor y enviaba pírricos correos electrónicos informando que cada quien enviara su selección, sus datos biográficos, su fotografía, las portadas de los libros, etc. Como todos entendíamos que se trataba de un trabajo colectivo, dirigido por cualquiera del grupo, Mateo Morrison y yo, procedimos a hacer la entrega de esos materiales.

Cuando la antología estaba aparentemente armada, con nuestras colaboraciones, el diagramador, Eric Simó, envió  a cada uno una copia en formato pdf, para ser corregida. En mi caso, al advertir tantos errores, le solicité una copia del libro en el formato que lo había trabajado (PageMaker) para verificar lo que sospechaba: Errores, errores y errores ortográficos infantiles y además, algo que me había advertido el mismo Simó, no había igualdad en cuanto a la presencia de la representación: alguien había incluido una cantidad desproporcionada de textos que no se correspondía con la de los otros.

Y ese alguien era justamente Alexis Gómez Rosa, quien en vez de limitarse a 30 páginas, tenía 59, más cuatro trabajos adicionales donde se le ponderaba y alababa de un modo muy beneficioso. Aquello parecía no la antología del grupo La Antorcha, sino un pretexto del poeta para enaltecerse y regodearse en sus ínfulas de timonel recompensado. Fue entonces cuando Mateo Morrison envió la carta que incluyó en su respuesta “De ficciones y mentiras”, aparecido en “Areíto” de este periódico, el 2 de agosto, en la página 6.

¿Cómo puede un sujeto que fue más intermediador que creador atribuirse la  paternidad de un libro resultado de voluntades colectivas? ¿Con qué rastrojos de moral puede argüir que por “caprichos y mezquindades” dos escritores: Mateo Morrison y Enrique Eusebio, evidencian “una actitud malsana” a su presunción de autor de lo que no le pertenece? Su mendacidad es una apuesta a la historia: el libro que supone que hizo, pero que nunca hizo.

¿Acaso Alexis Gómez Rosa emitió alguna opinión, hizo algún comentario, prologó, valoró el conjunto de los textos incluidos en la antología? Quienes nos sentimos traicionados, vejados, maltratados, ofendidos somos nosotros: Primero, porque nunca nos dijo que esas “noches de adrenalina y pasión invertidas” (sic) serían una carta de triunfo para proclamarse más que editor, autor del libro. Segundo, son alarmantemente mendaces sus declaraciones de que “Él tuvo la idea de seleccionar las mejores producciones de esa generación poética”. Falso de toda falsedad. Se ha reiterado, y ni siquiera su golosa pasión por el  protagonismo puede desmentirlo, que cada quien hizo su personal selección.

Otra mentira irritante es cuando proclama que él “Adquirió fotos, diseñó la portada (¿quién lo conoce como diseñador?), escogió las letras (un casi ilegible garamond de origen itálico) y disposición de los textos (por supuesto, porque él es diagramador)”.

¿Cómo un individuo, aunque como todo artista tenga delirios de grandeza, es tan escandalosamente farsante y megalómano al decir que “tocó a las puertas de escritores, críticos, antologistas buscando material para el rico apéndice que contiene el volumen”? Todo cuanto aparece en ese sobreabundante repetitivo apéndice son textos publicados y seleccionados sin un criterio coherente. Están puestos ahí, hasta el extremo que cuando debimos añadir textos para evitar su uniautorialidad, cada quien incluyó lo que quizo.

Mientras Alexis Gómez Rosa continúe proclamando: “Yo lo hice, le di seguimiento, calor a la idea, la concepción gráfica del libro es mía, la topografía (sic), todo es mío, desde el título hasta el colofón”, habrá razón para preocuparse si alguien incapaz de diferenciar los términos “editor, autor y encargado de edición”, tiene derecho a validar una voz y una escritura. Cualquiera, hasta la suya propia.

Tanto Mateo como yo, quienes sí le dimos un real seguimiento al proceso de edición, nos alarmamos cuando notamos en las primeras pruebas, que en vez del título, en la falsa portada (que algunos llaman portadilla) aparecía en primer lugar: Alexis Gómez Rosa [Editor] y luego “Una palabra para cruzar el puente [Antología]”, sin ninguna alusión al grupo La Antorcha, lo que se supone reflejo de la portada. Y eso era grave, pues aunque nunca vimos la portada, por eso salió con dos ostentosas faltas ortográficas, ni las solapas con una, donde además el Gómez se coloca 12 títulos publicados y apenas siete a Mateo Morrison, ignorando adrede sus últimos libros, continuamos protestando, no por espurio interés personalista, sino por lo que aconseja la “decencia”, y la correcta edición de cualquier texto.

Lo cierto es que Gómez Rosa nos engañó de muchas maneras: fingiendo ser colaborador de tiempo completo, buscando fotografías que casi todos tenemos en nuestros archivos personales en mejores condiciones que las suministradas, “fotocopiando poemas (¿De quién o quiénes?)”… pero sobre todo confesando que el texto de referencia había sido corregido por Miguel Aníbal Perdomo, lo que él negó en respuesta a un correo electrónico que le envié (y aún conservo),  propiciando el diseño de una portada con colores sucios,  haciendo lo que le viniera en gana, solo con el atribulario y acerbo propósito de tener la autorialidad de “cosas ajenas”.

Definitivamente no es editor quien empegota textos y ni siquiera compilador. Nosotros fuimos consecuentes y recomendamos que se le colocara en la mancheta (como dicen algunos impresores) o copyright como encargado de edición. Pero si él insiste en “el hecho de que el secretario de Cultura aceptara como bueno y válido el planteamiento de quienes me impugnaban (Morrison y Eusebio) a sabiendas de que yo había realizado el trabajo desde el principio hasta el fin”, yo consideraré muy en serio el pago de mis honorarios, con amanecidas incluidas, por la corrección de estilo y muy poco me importan sus “noches invertidas de adrenalina y pasión”.

En síntesis

Un rechazo
No solo rechaza la versión de Alexis Gómez Torres sobre la forma en que se editó el libro Una palabra para cruzar el puente (Antología poética de La Antorcha) sino que le atribuye  intención de tomar la obra “como pretexto para enaltecerse y regodearse en sus ínfulas de timonel recompensado”.

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