Historia

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Resulta inverosímil que Fray Bartolomé de las Casas, el gran acusador de los conquistadores por sus abusos a la raza indígena, expresara: “siempre le conocí ser para los indios una persona piadosa y de los que hacían agravios, blasfemaba”.  El cronista Juan de Castellano en su “Elegía de Barones ilustres”, calificaba la causa de su muerte como el resultado de no permitir los abusos, maltratos y despojos a los indígenas al señalar “según lo que se sabe de este cuento, fue principio y origen de sus males, no consentir hacer mal tratamiento, ni robos de aquellos naturales”.

Estas calificaciones de humanista a un español conquistador, obligan a un estudio juicioso de Don Rodrigo de Bastidas.  Nació en Sevilla, según algunos estudiosos entre 1460 y 1470, aunque otros opinan que fue en 1475, algunos de sus familiares más directos ingresaron a las órdenes de Santiago y Calatrava, cuya nobleza registraba la Real Chancillería de Valladolid.

Aunque no tenemos información de sus padres y de la educación recibida, podemos deducir que la misma era satisfactoria por su oficio de Escribano del barrio de Triana en Sevilla, la caligrafía y la firma del mismo.

En adición era marino e cierta experiencia, habiendo realizado viajes,  como lo atestiguan documentos del registro naval de Cádiz, “En el dicho año de 1502 en el mes de septiembre, vino a Cádiz Bastidas, marinero de Triana, capitán y maestre en su Nao”.

Casó con Doña Isabel Rodríguez de Romera Tamaríz, mujer virtuosa, cristiana y religiosa.  Acompaña al almirante en su segundo viaje en 1493, dejando su familia en el barrio de Triana en Sevilla.  Al iniciar sus incursiones en el mar con el almirante, en Haití logró reunir una considerable fortuna que lo animaría a realizar una expedición a tierra firme. 

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El 5 de junio del 1500 obtiene una cédula mediante la cual el Rey y la Reyna le autorizan ir a descubrir por el Mar Océano, con dos navíos, concediéndoles las ¾ partes de las utilidades de la expedición.  Partió con dos Naos, la Carabela “San Antón” y la “Santa María de la Gracia”, entre los hombres le acompañaba el cartógrafo Juan de la Costa y el piloto Juan Rodríguez de Palos de Moguer y el soldado Vasco Núñez de Balboa.

Luego de una parada en la isla de Gomera donde se aprovisionaron, cruzaron frente a una isla que llamó Islas Verdes, situadas entre tierra firme y Guadalupe, llegando al Cabo de Vela, sitio descubierto por Alonso de Ojeda y en Sotavento reunieron perlas y oro, se acercó don Rodrigo a lo que él llamó la Barra del Río Grande de la Magdalena y recorre toda la bahía hasta el Golfo Dulce de Uraba.

Partieron hacia Jamaica, donde las Carabelas destruidas por la broma encallaron en unos arrecifes próximos a la costa del cacicazgo de Jaragua.  Desembarcaron los cargamentos de oro y perlas, inutilizaron las armas de las carabelas e iniciaron una marcha a Santo Domingo, en donde el Comendador Francisco Bobadilla les declara “Aventureros”, los apresa y les confisca el botín.

Encarcelado y enviado a España fue indultado por los Reyes Católicos, por gestiones del Obispo Juan de Fonseca (socio de la expedición) se le entregaron los bienes y es paseado como un héroe.  A fin de aprovechar los reyes españoles que las personas conocieran de las riquezas que obtendrían por las conquistas en tierras firmes, en razón que se temía que Inglaterra organizara expediciones hacia esos puntos.

Se dedica en Santo Domingo, con el botín obtenido, a iniciar la construcción de una gran casa con la idea de traer  su familia hacia el 1504.  La casona denota dos etapas de construcción, según nuestro fallecido historiador Pedro Santiago Canario, “en la primera etapa el portal con la imagen de Santa Bárbara y las habitaciones para uso familiar, la segunda responde a una época posterior en que se construyen los dos salones pegados a la fortaleza , en donde se presume se alojaron los hombres que Rodrigo de Bastidas recogía para su expedición en 1525 para la fundación y conquista de Santa Marta”. 

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Durante meses vivieron en ella todos los individuos que recogía el adelantado para su expedición a Santa Marta.  Fue en esa casa de cinco siglos de antigüedad donde se reunían todos los conquistadores que vivían o visitaban la isla.  A la muerte de Don Rodrigo de Bastidas, su hijo Dean, mayor de la catedral, Obispo de Vela de Coro y San Juan, con la anuencia de su madre doña Isabel de Rodríguez de Romera, la de fundar un convento para mujeres pobres, a lo cual se opuso el Rey por considerarlo no apropiado.

Nos refiere el historiador y cronista Fernández de Oviedo que Bastidas no tenía reparos en la gente que reclutaba, “aquellos el había dado de comer o les quitó el hambre…porque a unos había librado de sus delitos o deudas con su propio dinero en esta ciudad de Santo Domingo, para que los llevara consigo, y a otros que tomó desnudos, vistió y a los que no tenían que comer se lo dio, y a otros les compró caballos y los encabalgó”.

En su cambio de domicilio de España a Santo Domingo, adquirió terrenos en los llanos del este, dedicándose a la cría intensiva de ganado, y como atestigua su hijo en carta al Rey  “..Yo tengo en esta isla cantidad de ganado vacuno y otros ganados que el adelantado Rodrigo de Bastidas, mi padre, me dejó y porque tengo la intención de este patrimonio no desbaratarlo, sino perpetuarlo, decentándolo más de 60 años y en donde una Cédula Real certificaba cabezas de ganado entre 18,000 y 25,000”.

En 1519 Rodrigo de Bastidas obtuvo el Almojarifazgo Mayor de la Isla por 31,000 pesos, el cual le representó cuantiosas pérdidas por la mortandad de una epidemia de viruelas que exterminó la raza indígena y la negativa de los padres Jerónimos a llevar los pocos indios que existían a trabajar en las minas de oro.  De este revés económico jamás Don Rodrigo se recuperaría y sus deudas aún después de su muerte serían pagadas por su esposa e hijo.

Con una situación económica dirigió su esfuerzo hacia las costas de tierra firme y después de fijar su residencia en Santo Domingo, se dirige a la costa norte de la actual Colombia para tomar Santa Marta, recibiendo el 15 de diciembre de 1521 por Cédula Real, la Gobernación de Santa Marta desde el Cabo de Vela hasta la desembocadura del río Magdalena.

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Frente a las dificultades financieras de poblar esas tierras, los Reyes de España le exhortan “a la provincia y puerto de Santa Marta”.  Ante tal ofrecimiento, bastidas inicia los preparativos, pero los gastos sobrepasaron los 10,000 pesos.  Por cuanto, envió una expedición al mando del capitán Samaniego, el cual cometería grandes desmanes con los pobladores.  Bastidas estaba impedido de partir por orden de la Real Audiencia, en razón de las deudas contraídas y partió en horas de la media noche a escondidas de las autoridades.

Afirma en sus escritos Fray Pedro de Aguado que “estando Bastidas en el muelle y rivera del río a despedirse de su gente, que ya estaban embarcadas, los cuales como los viesen saltaron algunos de ellos en el batel y llegándose a tierra donde Bastidas estaba, dando a entender que se venían a despedir de él, lo tomaron, lo metieron dentro y se lo llevaron al navío y luego y sin detenerse, se hicieron a la vela antes de que la audiencia pudiese enviárselo a quitar”.

Llegó a la península de la Güaira con una de las carabelas e intentó fundar Cartagena pero una rebelión indígena se lo impide.  Sin embargo, traía la encomienda de poblar la provincia y Puerto de Santa Martha, distribuyó solares y ubicó el sitio donde se construiría la iglesia de la Santa María de la Merced.  Su actitud de benevolencia con los indios Matunas crea confianza con los de Banda Taganza, Gaira, Jericoba y otros que entraban allá libremente entre los conquistadores, intercambiando alimentos y utensilios.

La actitud de rigidez con que el adelantado trataba a sus subalternos que deseaban saquear a los capitanes Pedro Villafuertes, Pedro de Ponas Berrantez, Alonso de Motesinos y Gonzalo de Layces, esperaron que algunos de estos estuviesen de guardia con dos soldados.  Le tocó la guardia al capitán Pedro Diez de Montalvo y cuando dormía desnudo el adelantado y en las habitaciones contiguas, las indias que le asistían y en otro cuarto los hermanos Hernando y Francisco de Hoyos de la extrema confianza del gobernador; fue en ese momento que Villafuertes y López de Besantes se abalanzaron con cuchillos dándole algunas estocadas y trataron de degollarlo, fingiéndose como muerto ante el alboroto y gritos de los indígenas.

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Localizaron los asesinos, le aplicaron penas, conduciendo al asesino Villafuerte a Santo Domingo para ser juzgado por la Real Audiencia.  Herido el Adelantado con su cuerpo maltrecho y una herida que no le cicatrizaba, a pesar de las medicinas de hierbas que le aplicaban las indígenas, deja su sobrino Don Juan de bastidas encargado de sus asuntos y con el compromiso de mandar a Santo Domingo el dinero para pagar sus deudas.

Se embarcó para su casa en Santo Domingo; por alguna razón se quedó en Santiago de Cuba, fuese para que las autoridades de la audiencia de Santo Domingo lo exonerasen al llegar los recursos que enviaría su sobrino para pagar sus deudas o para curarse mejor de las heridas, que fueron empeorando hasta su muerte el 28 de julio de 1527, siendo enterrado en la Iglesia Mayor de Santiago de Cuba.

Los restos del adelantado de Santa Martha permanecieron por varios años en la iglesia mayor de Santiago de Cuba, hasta que su hijo el Obispo Bastidas los trasladó a la capilla de Santa Ana, que construyó en la Catedral de Santo Domingo, que años después fue habitación del pirata de la Reina, Francis Drake.

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