Historias de amor, vida y muerte en casos de matrimonio gay

Historias de amor, vida y muerte en casos de matrimonio gay

Washington. Una visita a la sala de emergencias con su hijo de 9 meses, quien tosía y tenía dificultad para respirar, fue para Pam Yorksmith un recordatorio de por qué se lanzó a defender el matrimonio entre personas del mismo sexo. Antes que el bebé, llamado Orion, pudiera ser tratado, el hospital tuvo que llamar a su madre biológica —Nicole, la esposa de Yorksmith— “para que autorizara el tratamiento de mi hijo”, dijo Yorksmith.

Aunque las Yorksmith comenzaron la familia juntas mediante una inseminación artificial, los archivos del hospital y el certificado de nacimiento de Orion no incluyen a Pam Yorksmith como padre. Más allá del derecho a casarse, los gays estadounidenses en los 13 estados que siguen definiendo el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer enfrentan obstáculos en numerosos frentes, como la adopción, visitas a hospitales y prestaciones por fallecimiento del cónyuge. Las Yorksmith viven en Kentucky y trabajan en Ohio, estados que prohíben el matrimonio gay.

Eso complica la inscripción de hijos en la escuela, las prestaciones sociales, viajes y asuntos tributarios, así como los servicios médicos. La pareja está entre 19 hombres y 12 mujeres cuyo matrimonio gay en estos estados, además de Michigan y Tennessee, se escuchará en la Corte Suprema el 28 de abril.

Varias de estas personas hablaron con The Associated Press sobre sus casos. Algunas presentaron demandas para reclamar el derecho a casarse, mientras otras batallan porque los estados reconozcan matrimonios consumados en otros lugares.

Entre ellas hay padres y abuelos, así como un par de hombres que han perdido a sus parejas. Algunos nunca han sentido un minuto de miedo mientras vivían la vida como personas abiertamente gays. Otros, como Luke Barlowe y Jimmy Meade, todavía no se toman de la mano en público, e pesar de que llevan 40 años juntos. “Nosotros crecimos en una era en que no se mostraba afecto en público por una persona del mismo sexo”, dijo Barlowe. “Nunca nos sobrepusimos a eso”. Barlowe y Meade se conocieron en 1968 en el Gilded Cage, un bar gay en Lexington, Kentucky.

Los dos se retiraron y se casaron en Iowa en 2009, y ahora viven a una hora de camino de Louisville. “Queríamos hacer esto, no por nosotros —no nos beneficia en nada—, sino por los que vienen después de nosotros”, dijo Barlowe. Una vez que la pareja se incorporó a la demanda, finalmente sintieron que podían dejar de vivir en las sombras.

Meade tuvo recientemente una cita médica y Barlowe llenó los documentos. En el campo que debía indicar su relación, Barlowe hizo algo que nunca había hecho antes. Escribió “cónyuge”. “Fue una sensación muy extraña”, dijo. “Incluso a pesar de todos los años que han pasado”. April DeBoer y Jayne Rowse no estaban planeando impugnar la prohibición de Michigan al matrimonio entre personas del mismo sexo cuando presentaron una demanda para adoptar conjuntamente los hijos de cada una.

Un juez federal lo convirtió en un caso sobre el derecho al matrimonio y las dos enfermeras se han vuelto célebres en el suburbio Hazel Park de Detroit. “Hay personas que nos han parado en el centro comercial local para contarnos sus historias. Estas son las personas cuyas vidas hemos cambiado”, dijo DeBoer. Viven con sus cuatro hijos adoptados, de entre 6 y 2 años, y un hijo en acogida. Cada una de las dos mujeres ha adoptado dos hijos, pero Michigan vincula la adopción conjunta al matrimonio.

“Decidimos que no hacer nada sería peor para nuestros hijos que ponernos de pie y decir que vamos a luchar”, dijo DeBoer. DeBoer es enfermera neonatal a tiempo parcial, mientras que Rowse trabaja a tiempo completo como enfermera de la sala de emergencias. Esperan adoptar pronto un quinto hijo. “Estos niños pequeños por lo general tienen necesidad de servicios médicos”, dijo DeBoer. “Nosotras estamos capacitadas. Tenemos espacio en la casa y les ofrecemos amor”.

El sargento primero Ijpe deKoe y Thom Kostura se casaron en Nueva York en 2011, poco antes que deKoe fuera enviado a Afganistán con el ejército. Posteriormente, el ejército los trasladó a Tennessee. La pareja tiene un juego que practican en los muchos viajes por carretera que han hecho desde su casa en Memphis. Cada vez que entran a otro estado, declaran: “íEstamos casados!” o “íNo estamos casados!”, según si el estado reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Esos viajes son un reflejo de la vida diaria de DeKoe, sargento de la reserva del ejército. Su matrimonio se considera inválido mientras trabaja en una base militar en Millington, Tennessee. Memphis tampoco reconoce legalmente su matrimonio de hace cuatro años con Kostura. En 2013, Jim Obergefell y John Arthur estaban mirando en la televisión la noticia de que la Corte Suprema había derogado parte de la ley federal contra el matrimonio gay.

Obergefell se inclinó y besó al hombre que había amado durante más de dos décadas, y le dijo: “Debemos casarnos”. Sabían que no tenían mucho tiempo. Arthur padecía esclerosis lateral amiotrófica avanzada, conocida como la enfermedad de Lou Gehrig. Los electores de Ohio habían prohibido el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Así que a las pocas semanas, un avión especial con equipos médicos los transportó a Maryland, donde una tía de Arthur esperaba para casarlos. Arthur estaba acostado en una camilla cuando la pareja intercambió sus votos dentro del avión, que estaba detenido en el aeropuerto.

Menos de cuatro meses después, Arthur falleció a los 48 años. En el certificado de defunción Obergefell aparece como cónyuge sobreviviente. La pareja había logrado que un tribunal lo autorizara antes del fallecimiento de Arthur.

Esa victoria fue revertida por un tribunal federal de apelaciones en Cincinnati, que sostuvo la prohibición al matrimonio entre personas del mismo sexo en Kentucky, Michigan y Tennessee. Obergefell también ha tenido problemas para recibir prestaciones por el fallecimiento de su pareja, y le preocupa quedar excluido, después de su propia muerte, del terreno en un cementerio que los abuelos de Arthur separaron para parejas casadas y sus descendientes. Ni Obergefell ni Arthur tenían interés en librar esta batalla. “Nadie nos puede acusar de ser activistas”, dijo Obergefell sonriendo.

“Nos limitamos a vivir nuestra vida”. ——— Los reporteros de la AP Claire Galofaro en Louisville, Kentucky; Travis Loller en Nashville, Tennessee; Dan Sewell en Cincinnati, Ohio, y Ed White en Detroit, contribuyeron a este despacho.

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