Historias que no ocurrieron

Historias que no ocurrieron

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Durante la Segunda Guerra Mundial los países aliados organizaron una riesgosa operación en Dinamarca para sacar de su país al físico Niels Bohr. Bohr se había distinguido en Europa por sus teorías acerca de los núcleos atómicos.

En 1922 ya tenía méritos suficientes para que se le concediera el Premio Nóbel. Salvarlo de los alemanes en la ocupada Dinamarca parecía un acto de defensa de “la ciencia ejemplar de occidente”.

En todas partes se hablaba del “modelo orbitario” de Bohr. Este físico suponía que los electrones al dar vueltas alrededor del núcleo describían una órbita semejante a la de los planetas. Los pilotos encargados de la misión sabían que llevaban consigo a un hombre importante, aunque no supiesen exactamente en que consistía su importancia. Esos pilotos tenían instrucciones muy precisas de sus superiores. En caso de que fueran interceptados por los alemanes deberían arrojar a Bohr en el Mar del Norte.

 En realidad, no les importaba la ciencia física ni la vida humana, aunque fuese la vida de un sabio investigador, en principio una vida útil para un número grande de personas. Solo les importaba que los alemanes no aprovecharan los conocimientos y el talento de Bohr. Se estaba peleando una guerra espantosa en la que la ciencia aplicada desempeñaba un papel de primer rango. Era la época en que Winston Churchill difundía por radio sus famosos discursos para estimular la resistencia de la población británica. En uno de ellos, Churchill expresó tajantemente las alternativas de “la civilización cristiana”: “pero si fracasamos, entonces el mundo entero, incluso los Estados Unidos, todo lo que conocemos y amamos, se hundirá en los abismos de una nueva Edad Media, aún más siniestra y acaso mas prolongada porque contará con las luces pervertidas de la ciencia”.

Un periodista de las Antillas me contó que había hecho un viaje a Hamburgo, varios años atrás, para tomar un tren que lo llevaría a Copenhague. Este tren, de pocos vagones, entraba en un ferry sobre el cual cruzaría un trozo del Mar del Norte y después seguiría por tierra hasta llegar a la capital danesa. Los tripulantes del ferry anunciaron a los pasajeros del tren que podían salir de los vagones y subir al puente a contemplar el oleaje del mar y las costas de Alemania. El periodista trepó por una escalera hasta la barandilla del puente. Sintió allí que le invadía un frío intenso, penetrante, agresivo, que lo dejo sin fuerzas; las salpicaduras del agua cortada por la embarcación le obligaron a regresar a su asiento en el tren. Con el corazón helado por el espanto, pensó en Niels Bohr, condenado a caer desde el aire al Mar del Norte. Afortunadamente, no ocurrió así. El físico vivió hasta 1962. Al día siguiente, el periodista visitó el palacio de la municipalidad en Copenhague. En el salón principal encontró los bustos de tres daneses sobresalientes: el escultor Thorwaldsen, el cuentista de los niños, Hans Cristian Andersen, el físico Niels Bohr. Es difícil digerir eso de “luces pervertidas de la ciencia”. Todo cuanto ha inventado el hombre, desde la rueda hasta el alfabeto, puede ser usado lo mismo para el bien que para el mal.

La de Par es una historia que no ocurrió. No ocurrió la historia en este caso; pero todo estuvo preparado para que ocurriera. Los filósofos antiguos dirían que “no hubo actualización de la posibilidad”. Lo posible no llego a ser real. Yo he vivido en Cuba, como ya le dije en otra ocasión. He trabajado en esa isla y conozco algo de su historia. Desde mi niñez he sabido lo que es el monopolio político e ideológico de unsolo partido. En las Antillas han gobernado numerosos dictadores, con partido y sin partido, con ejército o con milicianos, con apoyo del pueblo o con apoyo extranjero. Un escritor cubano dio testimonio de que había huido de Cuba, en los años treinta, para no caer en las manos del dictador Gerardo Machado; regresó a cuba en los cuarenta y tuvo que volver a huir para que no lo matara Fulgencio Batista, un militar que ayudó a derrocar al dictador del que se había zafado anteriormente. En los años sesenta volvió a Cuba porque había comenzado una “nueva etapa social de transformaciones revolucionarias”. Han transcurrido treinta y cuatro años; en Cuba han tenido lugar, ciertamente, algunas transformaciones; pero en muchos aspectos las cosas permanecen exactamente igual que antes.

Han pasado cerca de ochenta años; en cualquier país de América donde se hable de estos asuntos comenzará en seguida una discusión atroz. La gente se aporrea todos los días con motivo de las pasiones políticas. Entonces usted descubre asombrado que la historia que ha ocurrido efectivamente, para ciertas personas, no ha tenido lugar. La “realidad ejecutiva” involuciona de este modo hasta convertirse en “posibilidad deseada”. En el ejemplo de Bohr, la historia prevista como posible no ocurrió, no se hizo real. En el del régimen político totalitario de la isla de Cuba el proceso mental es estrictamente inverso. Se viaja de lo real a lo posible, de la materia palpable al sueño frustrado. Todo debió ser mejor pero no pudo ser. La realidad no coincide con los propósitos teóricos. Las sociedades antillanas sufren la “circularidad política” o maleficio arcaico del eterno retorno. La apocatástasis, el continuo regreso al punto de partida, es una filosofía de la historia aceptada por brujos, chamanes y babalaos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas