Una mezcla contradictoria de euforia y nostalgia se apoderó del público que colmó la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito el pasado sábado en el cierre del Festival Musical de Santo Domingo.
El concierto Todo Brahms había sobrepasado todas las expectativas; una verdadera ovación le fue tributada a la gran orquesta y al director artístico y fundador de este evento musical, el pianista francés Pilippe Entremont, quien hubo de salir a escena varias veces, con un maestro visiblemente emocionado.
Tras la euforia, sobrevino la nostalgia había terminado el Festival Musical de Santo Domingo.
Esta histórica noche de cierre, inicia con la Obertura del Festival Académico de Johannes Brahms, obra exquisita, de circunstancia, ya que fue compuesta tras ser nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Filosofía de Breslau. Sin duda el ambiente universitario inspiró a Brahms, ya que la Obertura, una especie de fantasía, incluye cuatro canciones tradicionales estudiantiles de Alemania.
La hermosa Obertura, expuesta con brillantez por la orquesta del festival, concluye con la grandilocuencia del Himno Universitario por excelencia Gaudeamus Igitur, iuvenes dum sumus Alegrémonos pues, mientras seamos jóvenes-.
Sarah Chang. La noche continúa con el concierto de Brahms, para violín y orquesta Op.77., en el que interviene la destacada violinista Sarah Chang, nacida en Estados Unidos de origen coreano, y cuya presentación constituía uno de los mayores atractivos del Festival.
Este único concierto de Brahms, en tres movimientos para violín y orquesta, de notables dificultades técnicas, se caracteriza por el equilibrado balance entre el solo y el tutti.
Tras la extensa introducción, la solista inicia con un diseño virtuosístico, memorable, demostrando a priori, un talento excepcional. En el segundo movimiento Adagio, se escucha una vibrante y hermosa melodía que expone el oboe Dejan Kulenovic-, dando paso a la solista, que sobrecoge con la pureza del sonido, y la dulzura de los agudos que arranca a su instrumento.
El tercer movimiento, una melodía ininterrumpida, requiere de una técnica superior para sortear las dificultades de las dobles cuerdas con escalas agudas y rápidas. Sarah Chang aprovecha el climax y convierte este atractivo movimiento del genio de Brahms, en una verdadera apoteosis musical, pero no solo hay técnica en la joven violinista de fraseos impresionantes, hay además pasión e ímpetu vital en su interpretación; toda ella es expresión corporal y gestual, y su movilidad provoca una dinámica que nos envuelve y nos hace vibrar de emoción, transportándonos en alas de su música a espacios de excelsitud.
El gran final. El programa concluye con la cuarta Sinfonía, síntesis del sinfonismo de Brahms en la que se hace evidente lo intemporal de su arte, y representa la fusión de la formalidad barroca con la pasión del romanticismo.
Con esta brillante composición termina el Festival, solo nos resta luego del disfrute de estas noches maravillosas, felicitar a la Fundación Sinfonía en la persona de su presidenta doña Margarita Copello, por hacer posible esta fiesta del espíritu cada dos años, y esperar el próximo.