La música es una de tantas expresiones que particularizan el carácter y la cultura de los pueblos; fundamentalmente consecuente con la dinámica visceral de la propia sociedad. Este sistemático ejercicio intrínseco no tiene rostro. Como los acentos y los giros en el hablar, el pensamiento conceptual, estridencias y rasgos en el vestir, la vocación alimentaria o culinaria etc. etc., no tienen autoría. Nadie puede reclamar paternidad.
Su imposición obedece a un proceso imperceptible de años, a veces siglos, en el que se integran elementos y fenómenos que no obedecen a ninguna voluntad particular y se corresponden con los imponderables espontáneos de la creatividad de la sociedad como un todo, donde el factor humano particular, que en este caso sería el músico callejero, actúa como agente de cambio en un proceso impersonal de síntesis, casi siempre caprichoso e inconsciente, dado que las imposiciones prefabricadas en los vericuetos de los surcos culturales difícilmente prenden y generalmente están condenadas a desaparecer.
Este mismo proceso largo y profundo es lo que garantiza su enraizamiento y definitiva permanencia, y es lo que va imponiendo pausadamente los perfiles de su diferenciación hasta convertirlos en expresión distintiva, ya no en términos de elementos caprichosos o casual, sino establecidos como expresión característica que identifica profundidad a la propia sociedad en sus diferentes estratos, en ocasiones en rasgos pronunciados de interesantes regionalismos dentro de un mismo país, y otras veces, en vigorosas y desbordadas expresiones rítmicas, que, en el caso de la música, son auténticas banderas de conquista y diferenciación frente a otros pueblos.
Nuestra síntesis cultural resulta diferente al resto de la de los demás pueblos del Caribe. Por ejemplo, todo el peso del interés inicial de España en el desarrollo del Nuevo Mundo en los primeros años de la conquista y hasta la aventura de tierra firme, recae sobre la isla que Cristóbal Colón denominó La Española. Cuba comienza a ser del interés colonizador 19 años después que ésta.
Un rasgo todavía más elocuente es el hecho de que nuestras particulares africanas, no tienen históricamente el peso cuantitativo ni cualitativo que tuvieron en otros lugares del área. Los primeros esclavos que llegan a Santo Domingo vienen desde Portugal y son solo 36; el segundo grupo son alrededor de 100, vienen de España y la mayoría enferma y perece. Entendamos que estas africanías estaban de hecho ya culturizadas en alguna medida a la europea de entonces; cristianizados y españolizados. Su incisión en nuestra sociedad inicial tiene que ser medida en esos mismos términos. De ahí en adelante una concesión dada a traficantes judíos para negociar 4,000 esclavos, que saltó de mano en mano, no aporta a un Santo Domingo que comienza a despoblarse y languidecer económicamente con la estampida aventurera hacia Tierra Firme, ni siquiera la mitad de aquella fuerza.
La presencia de estos factores particulares es la génesis de la colonización en La Española, nos da el marco para entender la formación de la Primera Sociedad surgida en el Nuevo Mundo sobre una plataforma coyunturalmente distinta al resto y, además propicia para el surgimiento de expresiones de una cultura particular sin el recargo desbalanceado del peso Español o Aborigen o de una incisión Africana más cualitativa que cantitativa, sino sobre la síntesis de estas tres influencias en el surgimiento de una cultura auténticamente criolla, donde los rasgos de su profundidad se manifiestan en claros atisbos de nacionalismos y desobediencias a la corona española y en expresiones muy tempranas de rica identidad musical, como es el surgimiento de la Anegra cantora@ de Méndez Nieto: Ala mejor voz de todas estas indias@ Atocadora de órgano y arpa@ (Discursos Medicinales 1557), treinta años antes del fenómeno histórico de las hermanas Teodora y Micaela Gines, negras ex esclavas de Santiago de los Caballeros, que llevan el Son a Cuba (1580), amén de una manifiesta y sintomática fusión de elementos de la cultura instrumental de la época y la creatividad transformadora de éstos en factores elocuentes de una vigorosa cultura criolla surgente. Es claro que el criollo fue sintiéndose más atado a las raíces del ser dominicano Ade la tierra@, que al hecho frustratorio de ser súbdito de una España indiferente y rapaz. Nuestras mezclas son tempranas en todo sentido y sin muchos resabios étnicos ni sociales. El resultado es el pueblo multicolor y abierto que somos hoy en día.
Cada capa social tiene su subcultura particular. Es obvio que la bachata tiene sus orígenes en la subcultura de los estratos menos intelectualizados de la sociedad. Hasta hoy en día ha mantenido esta genética característica aunque ya parece establecerse como una expresión identificada con la sociedad como un todo.
Los cuestionamientos a su inciso proceso de penetración, se identifican en alguna manera con los resabios e inaceptaciones iniciales al merengue, cuyos orígenes igualmente se gestaron en esta franja social, paradójica e históricamente donde siempre se incuban las expresiones culturales de más profundo sabor y permanencia. Su imposición espontánea, que traza un camino de cinco siglos, desde el simple nombre fiestero del jolgorio de esclavos hasta el estudio de grabaciones y los escenarios golosos de hoy en día, tiene razones claras y que no dependen intrínsecamente de la música en sí, sino de factores que en su momentum, la dinámica de la sociedad, impulsada por factores eminentemente económicos, determina.
A la caída de la dictadura de Trujillo, inevitablemente se produce un ajuste de las fichas económicas que se traduce en un fortalecimiento del poder adquisitivo de las capas sociales más bajas.
Como consecuencia de esto hay un proceso de imposición de la subcultura de esas capas que trasciende más allá de la simple presencia de la bachata como expresión romántica de burdel, que identifica su ascendiente, sino en función de realidades que tienen que ver con el peso cantitativo de esta clase y lo que significa como demanda comercial en términos del negocio del disco, la presencia de excelentes intérpretes del estilo del género y del músico barriotero que ha sabido descifrar los encantos de sus timbres atiplados, su sazón masticado de bolero rítmico y el filón de una capa social que buscaba la puerta de salida a un espacio que nunca tuvo para el desenfado bohemio de su cultura romántica, dispuesta, sin escrúpulos poéticos de lenguaje ni pretensiones líricas, a exigir su lugar con elocuencia al precio mundano y hasta soez de hoy.
La influencia de esta capa social alcanza argumentos que tienen innegable responsabilidad con el estilo descorbatado de la publicidad de hoy, su lenguaje barato y sus prototipos; con los resabios antiéticos y subidos de color que identifican la producción, irrespetuosa a veces, de la televisión; con una radio desaforada, vulgarente, soez; una infección que deja traslucir un velado desafío a la rancia tradición ética de nuestros exigentes medios de comunicación.
Personajes abundan que hacen de la vulgaridad y el lenguaje tosco un instrumento de penetración simpática de mercado público, confundiendo la obtención de una notoriedad o popularidad de pasajera estridencia con la aceptación permanente que da la verdadera calidad y sobriedad del talento noble. El ejemplo más insano nos llega desde las viscosas alturas políticas.
ASus grandes fiestas se llamaban Bachata, africanismo que se conserva todavía para designar una fiesta de poca monta, donde se toca desordenadamente y se baila con desenfreno, y con anárquicas y repetidas libaciones de ron@, nos apunta Don Mariano Lebrón Saviñón (Hist. de la Cult. Dom. p.204 05).
Lo que delata esta integración de aspectos de diferentes culturas lo establecen rasgos notorios, como es la orientación de su ritmo inevitablemente identificado en el género como una variante acentuada del bolero tradicional, aunque con características particulares, cuya factura tiene que haber sido orientada en términos de las definiciones ya establecidas de una cultura musical eminentemente elaborada en el tiempo por el ser criollo.
Otro eslabón delator lo retrata su establecida instrumentación, donde se percibe la conjugación de expresiones instrumentales procedentes de diferentes culturas. Parece haber sido manejado en sus inicios el triple. El punteo Aatiplado@ siempre requintado lo sugiere.
La inclusión de instrumentos de cuerdas, armas de la cultura musical española en los grupos bachateros incidentes hasta el sol de hoy, fundamentalmente la guitarra, aleja la posibilidad de que el Banza, elemento tosco de los negros con solo tres cuerdas, tuviera alguna incidencia en el desarrollo del proceso hacia el género, como la tuvo en el son.
El rastro de la Bachata se pierde en los tiempos hasta un primer encuentro de perfil rotundo, claro y definidor, con una bachata sonriente y segura, ataviada con el mismo ropaje instrumental, sin pretensiones de clase, aunque en abierta aceptación citadina y en el mismo contexto de hoy. (Casi un siglo atrás!… Nos salva el dato del que fuera grande músico, compositor inspirado, cantor de la bohemia tradición y preocupado investigador: Don Porfirio Golibart: AEs necesario haber vivido en toda su intensidad todo este filón de lirismo vernáculo, como lo he vivido yo, desde 1909 cuando nadie, repito, hacía caso de tantas cosas preciosas… Aquella que fue orgullo y gloria de nuestras alegrías. Aquella de la Cruz de la Misericordia, la de Santa Bárbara en Diciembre; la de San Miguel en Septiembre, de nueve días por nueve padrinos; la de una lámpara Ajumiadora@, la del sancocho del patio, la cena del callejón; la bachata con la guitarra, el güiro y el bongó; la del magistral Sampol, con sus sátiras; la del preclaro e inteligente Manuel de la Rosa (Postillón); la de San Carlos, en fiesta de Candelaria, con sus pollos enterrados, corridas de sortijas, de sacos, toros bateados. Todo lo siento arraigado en mi vida de dominicano, todo es aliento y perfume del folklore de mi tierra, a la que he amado tanto por sus miserias como por sus grandezas. Por todo eso, me he dado a esta labor investigadora, seguro de que un día habríamos de necesitar éste acervo tradicional@.
Golibart desapareció tenebrosamente sin dejar rastro, jamás se supo de él. Mi amarga presunción es que tuvo un injusto destino al ser posiblemente eliminado por la dictadura Trujillista. Se conocen los vuelos de su pensamiento libérrimo. Viajaba con frecuencia riesgosa y vivió en Cuba con su familia. Donde quiera que esté, este sería para él quizás un momento feliz que justificaría sus sanos esfuerzos y nobles afanes.
Ochenta y tantos años atrás la huella de la identidad de la Bachata, es explícitamente puesta en evidencia nuevamente en términos de su instrumentación diferenciada y, notoriamente, como expresión de los estratos bajos de la escala social. La información la rescata Don Emilio Rodríguez Demorizi en su obra ALengua y Folklore@ p.240, donde inserta un informe AAcerca de la raza, carácter, costumbres, religión, etc., de los habitantes del 36 distrito escolar, comunes de Sabaneta y Monción@; referente a la región del Cibao y firmado por José Medina P., está fechado en 1922, durante la época, aún, de la ocupación Americana: AAllí encuentra todo lo que puede halagar sus vicios y apetitos mal contenidos: peleas de gallos, golosinas y ron, pero lo que más le encanta y atrae es la fiesta (si es de acordeón) o la bachata, si es de guitarras y cantos o boleros. Allí se están largas horas, entre trago y trago, sin que les preocupe para nada la heterogeneidad social del conjunto, ni el hálito asfixiante con que el polvo y el sudor enrarecen el ambiente, ni la forma incivil con que se arrebatan unos a otros las bailadoras, hasta que muy entrada la noche vuelve achispado al hogar@.
Para esos tiempos en Santiago de los Caballeros, Augusto Ortega, en el mismo informe define la palabra Bachata, no como fiesta, sino como ABaile popular@, lo que desprende el término de la pura denominación del jolgorio y lo diga a un contexto más amplio que la simple denominación del género como expresión musical. El hecho de que la bachata haya arrastrado consigo su estilo propio para ser bailada importantiza y da validez a la temprana información del Sr. Ortega. Observemos que ya en esos años el Abolero@ es ropa de medio uso.
Es claro que los sufrimientos de nuestras capas sociales más bajas nos enfrentan a un drama de aridez espiritual y a desahogos puramente evasivos frente a una realidad descarnada, que lo compromete día a día a una lucha por la subsistencia y le incapacita para las purezas del mejor arte. Sin embargo nuestra sociedad ha logrado por encima de tan crueles circunstancias, a través del trabajo del músico, bueno o malo, continuar el proceso de creatividad que ha distinguido nuestro pueblo desde los tiempos de la colonia. En este momento el cuadro de nuestra cultura musical se luce en la creación ya no solamente en la oferta de un nuevo merengue diferenciado, con sus variantes rítmicas pecaminosas, que se va alejando del ritmo padre que le dio origen, pero de tremenda fuerza de mercado e indudables muestras de originalidad, aunque sus letras reflejen el decaimiento intelectual de la época en esas áreas sociales, sino además de otro tipo de merengue, más distinguido, de belleza más cercana al merengue tradicional, con rasgos propios y hermosos detalles de atletismo coral que están creando saludable escuela, en los trabajos excepcionales de Juan Luis Guerra. Y finalmente la nueva oferta del ritmo de bachata, con sus intérpretes de gran destreza y singular estilo y el rasgo espléndido de que trae consigo, como un traje a la medida, su original y voluptuosa forma de bailarse. Esto es el resultado de profundos sacudimientos y cambios en el vientre social, cultural y determinantemente económico que ha sufrido nuestro pueblo en los años posteriores al deshilachamiento de la camisa de fuerza de la dictadura trujillista y el reencuentro con sus identidades, pero además es una manifestación evidente de grandeza creativa y de tremenda capacidad para adecuarse, dentro de las más duras circunstancias en una lucha en la que hombre sociedad luce ser juez y parte, a la hora de aportar respuestas novedosas de algún modo compensatorias al peligroso vacío de la ansiedad cultural insatisfecha en una sociedad cada vez más estridente como la nuestra. Nuestro músico ha aceptado el papel que la época le ha puesto en las manos. Un reto como agente principal de cambio en el que está comprometido el espléndido músico que históricamente para todo el entorno Anti