Hitler y los alemanes, un capítulo de nunca acabar

Hitler y los alemanes, un capítulo de nunca acabar

BERLÍN  (EFE).  Los personajes que marcan una época -positiva o negativamente- cuando mueren o desaparecen del escenario público suelen, en el sentido estricto de la palabra, pasar a la historia.

Esto quiere decir que se les hace un sitio en los museos -incluído el museo de cera de Madame Tussaud- y en los archivos y que su imagen deja de despertar pasiones y empieza a mirarse con el interés indiferente del erudito.

No obstante, ese no parece ser el caso de Adolf Hitler, al menos para los alemanes que se exigen a si mismos una actitud permanente de rechazo y repugnancia ante el jerarca nazi y todo lo que este significó y significa.

Las advertencias sobre que el peligro que significó para la humanidad el nacionalsocialismo termine relativizándose a través de la historización del fenómeno son recurrentes en Alemania.

Uno de los primeros biógrafos de Hitler, Joachim Fest, cuenta en sus memorias cómo su padre -que había sido un opositor al régimen nazi- se había mostrado contrario a su proyecto de escribir un libro sobre el dictador porque, decía, escribir sobre el nacionalsocialismo tendía a darle una dignidad que no tiene.

Otros historiadores, como Ernst Nolte, han terminado siendo blanco de las críticas por tratar de dar una explicación, en el contexto de lo que él llamó la guerra civil europea, de los factores que llevaron a Hitler al poder.

Para muchos el intento de Nolte no explicaba a Hitler sino que lo justificaba y lo relativizaba por lo que el historiador sigue siendo considerado revisionista.

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