Hogar, escuela, sociedad y nuestros valores positivos

Hogar, escuela, sociedad y nuestros valores positivos

Teófilo Quico Tabar

El estimado amigo y brillante economista Fernando Mangual, escribió acerca del artículo publicado en el que hice referencia a las cosas que se deben aprender y enseñar en casa. Él dice, con bastante certeza: “tenemos muchos hogares pobres sin ningún tipo de educación y transfieren malísimos ejemplos de comportamiento a sus hijos desde el vientre de las madres. Y también porcentajes importantes de padres de clase media y ricos fundamentados en el criterio de poseer recursos materiales que igualmente no están en condiciones de satisfacer las necesidades educativas primarias de sus hijos”.
Lo que expresa Mangual no deja de ser cierto, sin embargo, el tema de la educación, en su significado más amplio, envuelve todo lo relativo a la formación de valores; sin olvidar que dentro del concepto de educación hay otra dimensión relativa a transmitir conocimientos y a incrementar la información; además de la que se refiere a desarrollar habilidades y pericias.
Pero de estas dimensiones de la educación, o sea, valores, conocimientos y pericias, se podría decir que la de mayor importancia y trascendencia por sus efectos a largo plazo y en su profundidad, es la que corresponde a los valores éticos y morales. Y esos valores se originan en los hogares aunque se afirmen en la escuela, iglesia y otros segmentos sociales.
El desarrollo de los valores ocurre por etapas a lo largo de la vida. En dicho proceso desempeñan un papel predominante los diferentes ambientes y contextos sociales en los cuales se mueve la persona desde el momento mismo de la concepción. Pero el afianzamiento de los valores ocurre principalmente dentro de los primeros años de vida, hasta la adolescencia. También pueden producirse cambios posteriores a raíz de situaciones traumatizantes o a presiones por parte de las estructuras institucionales, que en nuestro medio son frecuentes. El proceso de afianzamiento de esos valores implica la participación, no solamente de las personas como individuos, sino la acción de la sociedad a través de sus instituciones. Por esta razón, el proceso de formación de valores es eminentemente social, y la educación, considerada en su totalidad, no es ni puede ser el predominio de una sola y única institución social, como es el sector educativo según entienden algunos. Es fundamental la enseñanza hogareña. Además la iglesia, prensa, clubes, etc.
Dicen los expertos, que para poder fomentar valores, es esencial desarrollar voluntades para alcanzarla. Que la meta no puede ser demasiado densa en contenidos ni demasiado compleja en planteamientos. Debe responder a una necesidad sentida y compartida por la mayor parte de los ciudadanos tales como: educación cívica, moral, integración, freno a la delincuencia, la corrupción, cambios de estructuras, democracia participativa, descentralización, conciencia ciudadana, etc.
Algunas de esas metas no han sido posibles, desafortunadamente, porque no ha habido voluntad. Y además, porque dichos planteamientos no han sido claros ni sencillos para el común de la gente, por lo que se requiere desarrollar campañas capaces de vender las ideas. Presentarlas de forma adecuada. Generar expectativas, y que sean percibidas como verdaderas soluciones a los múltiples problemas que aquejan nuestros pueblos.

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