Hollande o la crisis de un socialismo francés desorientado

Hollande o la crisis de un socialismo francés desorientado

PARÍS. Una anécdota del sulfuroso libro de Valérie Trierweiler ha bastado para poner en evidencia la grave crisis del socialismo francés, alejado de las clases populares y pendiente de una modernización como la emprendida por la izquierda en el Reino Unido y Alemania, según varios analistas.

En su libro «Merci pour ce moment», Valérie Trierweiler, ex pareja de Hollande, atribuye al presidente el uso de la expresión «sin dientes» para referirse despectivamente a los pobres.

El interesado se ha defendido enérgicamente. Pero la anécdota se suma a una serie de tropiezos sonados de socialistas de primer rango, como el del ex director del FMI Dominique Strauss-Kahn, acusado de abusar de una empleada de hotel en Nueva York, el ex ministro de Hacienda Jérôme Cahuzac, titular de una cuenta bancaria en Suiza, o Aquilino Morelle, ex consejero político de Hollande investigado por un presunto conflicto de intereses con empresas farmacéuticas, cuando aún no desempeñaba este cargo.

La expresión atribuida a Hollande por su ex pareja está «en las antípodas del discurso del Bourget» (cerca de París), cuando el entonces candidato socialista sorprendió afirmando sin rodeos que «el mundo de la finanza» era su «adversario».

La frase aparece aún más risible cuando «el gobierno y una parte del Partido Socialista optan por el social-liberalismo», abunda el politólogo Jérôme Fourquet, del instituto de sondeos Ifop.

En lo que las bases más izquierdistas del PS tachan de huida hacia adelante, Hollande y su primer ministro Manuel Valls han optado por aplicar un plan de reactivación económica basado en la reducción masiva de la fiscalidad de las empresas, con la esperanza de que éstas creen empleo.

Y para que no queden dudas de esta política liberal, han echado mano de un ex banquero de negocios, Emmanuel Macron, para la cartera de Economía, y de una ex empleada de Bank of America, Laurence Boone, como consejera presidencial.

– Un ‘aggionarmento’ pendiente – Más allá de la contrariedad que estas decisiones causan en parte del electorado y las bases socialistas, está el problema de un partido que aún no ha aclarado su posición respecto a la economía de mercado.

«El Partido Socialista francés es, probablemente, el último de Europa que no ha zanjado entre la economía de mercado y el sueño de una alternativa socialista, teñida de marxismo», afirma el director del Instituto Francoalemán de Ludwigsburg, Frank Baasner.

La socialdemocracia alemana, recuerda Baasner, abandonó en 1959 toda referencia a la lucha de clases. La segunda ruptura vino en los años 2000, con las reformas del entonces canciller Gerhard Schröder, que liberalizó ampliamente el mercado laboral. Al mismo tiempo, el «New Labour» de Tony Blair, resueltamente liberal, triunfaba en el Reino Unido.

Según el ensayista Eric Dupin, el «blairismo» tenía el mérito de «pedir sacrificios a las clases populares, al igual que Gerhard Schröder en Alemania, pero a cambio les ofrecía una perspectiva de crecimiento» económico.

El «drama» del gobierno de Valls, en cambio, añade Dupin, es que «pide sacrificios a las clases populares sin ofrecerles contrapartidas», en una economía francesa estancada y en la que el desempleo no para de aumentar, frisando ahora el 11%.

La impopularidad de Hollande es tal que, según un sondeo de Ifop publicado el viernes por el diario conservador Le Figaro, la presidenta del ultraderechista Frente Nacional, Marine Le Pen, ganaría ahora la segunda vuelta de la presidencial con un 54% de votos si su rival fuera el actual mandatario.

Según otro sondeo, sólo un 13% de los franceses tiene una opinión favorable del presidente, todo un récord de impopularidad. Y de acuerdo con una encuesta del instituto Ifop, el 85% no quiere que se presente a la reelección en 2017.

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