MOCA, ESPAILLAT.   Tras haber intentado varias veces terminar con su vida, ayer  Marino Vargas, de 71 años, pudo ver cumplido al fin su siniestro propósito: se roció gasolina y se prendió fuego en el medio de una calle,  resultando  con quemaduras de tercer grado que le ocasionaron la muerte.

Personas que lo conocían dijeron que Vargas se deprimía muy a menudo a causa de un desgaste neurocerebral sistemático del que padecía, que en un ocasión lo llevó a tomar el veneno para ratas “tres pasitos” y en otra a cortarse las venas.

“No tenía mucha lucidez y memoria, de vez en cuando. Pero era una persona normal, no buscaba problemas con nadie”, dijo Margarita Sánchez, una vecina.

Siempre andaba con dos llaves  de la casa en las manos, lo que sirvió para que  su esposa, María Agustina Méndez, reconociera el cuerpo,  que quedó irreconocible por las quemaduras, según dijo Primavera Vargas, su hija. 

Expresó que  padecía problemas de salud, pero tenía todos sus medicamentos al día, que sufría esa crisis que lo llevó a atentar contra su vida.

“Su enfermedad cerebral no tenía cura, era algo que acabaría por desaparecerlo poco a poco”, dijo.