Florida.— Felipe Marrero despertó en una cama de hospital durante la noche, aún con la idea de que olía a pólvora, casi una semana después de la masacre en el centro nocturno Pulse de Orlando.
Esa es apenas una de las maneras en que el hombre de 30 años sufre tras haber recibido cuatro disparos en la espalda y el brazo izquierdo durante el ataque del domingo pasado por la madrugada. “Es el mismo olor del club esta noche”, declaró Marrero en una entrevista el viernes desde su cama de hospital en el Centro Médico Regional de Orlando. La balacera dejó 49 muertos y más de 50 heridos.
El agresor, Omar Mateen, de 29 años, también murió durante un tiroteo con la policía. El impacto entre los habitantes de la ciudad se tornaba en dolor mientras las familias enterraban a sus seres queridos en los cementerios de la ciudad.
Con más funerales programados para los próximos días, la ciudad adornada con carteles que leen “Orlando Fuerte” se ha unido para apoyarse unos a otros. “Es sorprendente cómo la comunidad se ha unido”, informó Monica Roggiero, afuera del funeral de la víctima Anthony Luis Laureano Disla.
Mientras algunos de los muertos son enterrados, los heridos siguen tratando de sanar física y mentalmente. Marrero dijo que estaba por irse del club aproximadamente a las 2:00 de la mañana del domingo cuando estalló la balacera.
Se encontraba cerca de la puerta principal, cerca del agresor, por lo que no pudo huir por la única salida del club. Cayó al piso. Su amigo, Luis Vielma, que estaba parado junto a él, murió a tiros. Marrero alzó el extremo de un sofá cerca de donde se encontraba tirado y colocó su cabeza debajo.
“Me cubrí, y me quedé tirado en el piso durante por lo menos 30 minutos tratando de no hacer ningún movimiento repentino”, recordó. “Simplemente trataba de hacerme el muerto”. Pasaron otros 30 a 40 minutos.
La gente gritaba. La cabeza de un hombre tirado a su lado había sido reventada a balazos. Había cadáveres por todas partes, entre ellos el de su buen amigo Luis. “Y el olor en el lugar era horrible —como de pólvora— y uno podía oler la muerte en el ambiente”, afirmó.
Añadió que los disparos se detuvieron momentáneamente. Fue cuando notó que la policía estaba afuera. Las luces de las lámparas de los policías empezaron a apuntar hacia el club, dijo, y los agentes les dijeron a todos que permanecieran en el piso. Marrero señaló que Mateen se tiró entre los cuerpos por un tiempo a fin de que la policía no pudiera identificarlo.
Los disparos se detuvieron, como si Mateen estuviera recargando su arma, informó Marrero. Luego, Mateen disparó contra Marrero, impactándolo en la espalda baja y el brazo izquierdo. “Sólo permanecí tirado y la sangre salía de mi mano, y mi brazo estaba destrozado”, recordó. “La cantidad de dolor era insoportable”.
Marrero narró que mientras las balas seguían volando, logró hacer contacto visual con un policía que se encontraba en la puerta de acceso al lugar. Le pidió ayuda. “Me pidió que me arrastrara hasta donde él se encontraba, pues el agresor se había ido a otra parte del club”, dijo.
Cree que Mateen se había ido a un área donde los policías habían hecho agujeros en los muros y donde Mateen finalmente murió. Marrero le dijo al agente que no podía moverse. Que había sido baleado en la espalda. “Me respondió, `necesitas hallar la fuerza para hacerlo”’.
Al día siguiente, ya en la casa de hospital, Marrero vio la fotografía de Mateen por televisión e inmediatamente lo reconoció. “Me dije `este sujeto estaba justo a mi lado comprando una bebida”’, concluyó Marrero