Hombres a soga corta

Hombres a soga corta

-Usted ha dicho que en el libro que circula en Santiago clandestinamente se hacen críticas a nuestro gobierno y a nuestra revolución social. Pero no olvidemos que los enemigos de cualquier revolución son muchos y poderosos. Todos los cambios políticos perjudican a unos grupos y benefician a otros grupos. Es imperativo que los grupos nuevos se defiendan de los antiguos. Menocal respiró profundamente; tras una pausa de unos segundos siguió hablando con seriedad. -Estamos obligados a desplegar fuerzas para resistir. La injusticia casi nunca es visible para los privilegiados. Beneficiar al mayor número de ciudadanos es obvio que hace daño a un pequeño grupo de sanguijuelas económicas.

-Por supuesto, estas sanguijuelas no se conforman con la nueva situación; sufren al haber sido apartadas de la vena gorda que chupaban en tiempos de Batista. -Si señor, Menocal tiene razón, enfatizó Dihigo. La revolución procede con dureza y crueldad. Pero más dureza y crueldad hemos sufrido bajo la sujeción colonial; y por la explotación de los extranjeros que antiguamente controlaban la isla. ¿Cómo podíamos zafarnos de Valeriano Weyler? La explosión del acorazado “Maine” trajo la guerra del 98; entonces los Estados Unidos sustituyeron a España en la administración de la injusticia social. -Por favor, dejemos de hablar de asuntos de actualidad.

-No hay personas oyéndonos detrás de las paredes. Estamos aquí para ser testigos en la lectura de las “Memorias” de una mujer de la época del machadato. Si nos metemos en la política norteamericana de bloqueo a Cuba no acabaremos nunca. Esa estupidez lleva más de treinta años. Lo que debemos hacer es leer el legajo, concluyó Valdivieso. Menocal y los dos bayameses pusieron los ojos en las manos de Ladislao que descansaban sobre la cubierta del documento.

Me agrada oírles discutir acerca de estas cosas. Gracias a Dios, estamos vivos. Todo lo que vemos, oímos o leemos, repercute dentro de nosotros como en la bóveda de una iglesia las voces de un coro. En verdad, el mundo es sólo uno, aunque tenga innumerables escenarios. Lo que ha sucedido en Hungría ha sucedido también en la mitad de los países de Europa. Me asombra, como a ustedes, lo que narra la francesa. (Ubres de novelastra; 2008).

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