Hombres amontonados

Hombres amontonados

Con frecuencia la televisión por cable reproduce programas dedicados a estudiar la “sobrevivencia del hombre en la selva”. Los animales peligrosos son muchos: un insecto, una culebra venenosa, pueden acabar con la vida de cualquier persona que, por algún accidente, tenga que permanecer varios días en una selva. Estos programas están centrados en el propósito de superar lo que llaman “condiciones extremas”. Unos usan como escenario la selva amazónica, otros los desiertos africanos o las zonas nevadas de los polos. En todos los casos se trata de difíciles “condiciones extremas”: falta de agua, bajísimas temperaturas, escasez de alimentos.

La “sobrevivencia en las ciudades” no es asunto que interese a antropólogos y naturalistas. Sólo unos pocos escritores excéntricos, poetas hipersensibles, se refieren a la ciudad como lugar peligroso: “una selva de cemento”. Tal vez este punto sea clave para abordar los problemas que debe enfrentar la cultura actual en todas partes. Civilización es una palabra que procede de “civitas”, ciudad en lengua latina. Vivir en ciudades ha sido lo propio del hombre durante milenios. Somos, jurídicamente, “ciudadanos” La “polis” griega, la “urbs” romana, fueron embriones de las enormes ciudades de hoy. “Civilización” es el nombre adecuado de la cultura urbana.

El contraste tradicional entre lo rural y lo urbano ha ido desapareciendo paulatinamente. Los grandes espacios poblados de las ciudades constituyen ejes de la economía. Las bolsas de valores están en Londres, Nueva York, en las ciudades; no las hay en la Amazonia, en las montanas del Himalaya, dos zonas fundamentales para la vida del planeta. Recientemente, con motivo de la contaminación ambiental resultante de la industrialización, se ha renovado el entusiasmo por la conservación de la naturaleza.

Es ahora cuando empezamos a oír hablar de “productos orgánicos”, de zanahorias cultivadas sin fertilizantes químicos, de la “producción artesanal” de tal o cual queso. Lo industrial y lo artesanal funcionan como oposición entre lo rural y lo urbano. Los habitantes de las ciudades están sometidos a “condiciones extremas” en las que no reparamos: para encontrar trabajo, para comprar alimentos. Es en estas presiones, fruto del permanente hacinamiento citadino, donde hay que buscar las causas de los conflictos de la post-modernidad. Crisis de expansión del hormiguero humano. (3/3/2013).

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