Hombres libres verdaderamente

Hombres libres verdaderamente

Un amigo se jactaba de ser un hombre completamente libre. Cada mañana, me decía, Juan,  ¿Qué quieres hacer hoy?  -Tenía todo el dinero necesario para eso-. La respuesta que le venía a la mente era: ¡Cómete un buen desayuno con mangú y huevos revueltos, con mucha cebolla y longaniza! Y así, cada día y cada noche.

Me quedan amigos, no muchos, que cada cierto tiempo eligen entre una amante y otra nueva. Ciertamente, el concepto de libertad puede variar mucho de una persona a otra, especialmente, en estos tiempos postmodernos. Hay quienes sostienen que para ser libre, significa sobre todo, poder elegir entre una persona de otro o de su mismo sexo.

Lo que rara vez, nos preguntamos a nosotros  es, quién es que responde desde dentro de mi, cada vez, que me hago la pregunta de ¿Qué deseo hacer hoy o ahora? Tampoco, le ponemos atención, al hecho de que a cada momento, estamos tomando una decisión, esto es, eligiendo entre una cosa y otra, solo en ocasiones excepcionales nos hacemos conscientemente la pregunta; o como, el caso de mi amigo, hacérnosla en voz alta, para tener el gusto de saborear con fruición la respuesta.

Lo que muy pocas  veces o tal vez nunca hacemos es darnos cuenta de quién desde dentro de mi, responde la pregunta. Hay personas que quien responde por ellas es  su estómago,  su jugo gástrico. Otros saben de algún modo de que quien responde por ellos es su paladar, especialmente cuando se les “hace agua la boca” o se les “seca el galillo”. Conozco a no pocos que quien responde por ellos es su apéndice reproductor y he oído de otros que responden desde otra parte del cuerpo.

Pero hay gente más “superada” que quienes responden desde dentro de su ser es su raciocinio, su terrible e imbatible lógica, sin que su corazón tenga parte alguna vez en sus respuestas. Más notorio puede ser el caso de aquellos que quien responde es su orgullo, su inseguridad, su ira o su ambivalencia o cualquier sentimiento o complejo de inferioridad. Todo eso lo hay, pero lo impropio es que no nos demos cuenta y que lo confundamos con el libre albedrío. Pero nada que provenga de nuestra carne, ni de la cultura, ni de lo que hemos copiado de otros es libre albedrío. Ninguna forma de inteligencia por si sola puede llevarnos a la libertad verdadera. Por eso es necesaria la sabiduría espiritual, y la disciplina espiritual, para poder tener dominio propio y realizar elecciones verdaderamente en libertad.

De ahí que es necesario estudiar la Palabra,  la verdad que debemos conocer para ser verdaderamente libres.  

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