Hombres solitarios en día libre

Hombres solitarios en día libre

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Doctor Ubrique, las mulatas de Cuba tienen las nalgas en forma de trompo; por eso bailan tan bien. He visto, en el archivo muerto correspondiente a los años setenta, la imagen impresa de una mulata desnuda, de pie sobre una concha de ostra. Es una mujer muy alta, con la cabeza inclinada, greñas copiosas y tetas largas como zapotes. El director dice que es una parodia gráfica de un cuadro italiano del Renacimiento. Aparece esta mulata en la cubierta de un libro de poesía folclórica cubana. En la contraportada han puesto a la misma mujer, de espalda, para que pueda apreciarse el hueco del cóccix, origen del levantamiento de las nalgas.

El libro pretendía exponer la cultura cubana integra, de frente y por detrás; algo así como el anverso y reverso de una medalla diseñada por antropólogos. Además de los poemas, el autor incluía composiciones musicales negroides y palabras africanas de uso frecuente en la isla. La esclavitud, como usted sabe, terminó en Cuba mucho después que en otros países de América. Esa obra fue declarada “inconveniente” para el bachillerato; se ordenó entonces sacar las copias correspondientes a los archivos de la Unidad y devolver los ejemplares de la biblioteca al Ministerio de Educación. La persona que escribió y publicó ese libro ya no vive en Cuba.

Creo que se trata de un enemigo del orden social establecido; o de un compilador desfasado con criterios anticuados. Usted puede ver las dos copias; es una lástima que no tengan los colores de la publicación original, impresa en Barcelona.

Medialibra hablaba con extraño entusiasmo; miraba al húngaro con curiosidad, esperando preguntas concretas, opiniones personales. Ladislao se limitaba a sonreír.

– Debe ser algo parecido a El nacimiento de Venus, de Botticelli. Una Venus es una Venus, sea blanca o mulata, continuo Ladislao. No importa cuantos prejuicios puedan tener los europeos -raciales o de clase-, lo cierto es que la existencia de los mulatos es asunto de carácter venéreo. Venus actúa para que blancos y negros decidan aparearse. Sin el contacto físico íntimo no podría haber mulatos ni mulatas. Esa tabla del pintor Sandro Botticelli está en un museo de Florencia. Me parece recordar que con su propia cabellera dorada la Venus se cubre el sexo. ¿Cómo oculta el sexo una mulata de pelo corto y crespo? – Pues, sencillamente, no lo oculta; el pelo crespo del pubis es perfectamente visible en la copia, no muy buena, que se conserva en la Unidad. Ladislao volvió a sonreír complacido con la cháchara semi erótica de Medialibra. Repasó mentalmente el hecho de que era sábado; y que las reuniones en la oficina habían sido aplazadas hasta el martes. Los dos hombres estaban sentados en una mesa próxima a la calle, en un restaurante situado a dos pasos del Parque Central. Ladislao se entretenía mirando pasar a los transeúntes, mientras oía las informaciones del archivero.

– Perdone usted, señor Ubrique; ya que hemos hecho amistad, me atrevo a preguntar: ¿Cómo son las mujeres húngaras? Nunca he salido de Cuba. Los únicos extranjeros que conozco son los que visitan la Unidad; o los que veo paseando en las calles acompañados de guías de turismo. –

¿Eres casado, Medialibra? – Doctor, con el sueldo que gano no puedo mantener una mujer y una casa. Si me nacieran hijos me vería en apuros. Tengo algunas amigas con las que salgo ocasionalmente; aunque la verdad es que no he tenido mucha suerte con las mujeres. – Las mujeres de Hungría son como todas las mujeres del mundo; las hay bellísimas; las hay feas, gordas, flacas, inteligentes, tontas, simpáticas y pesadas. Conozco algunas encantadoras, a las que echo de menos en los malos momentos. Una buena mujer húngara acompaña a su hombre a todas partes: al teatro, a las obras musicales, a las fiestas oficiales, a los actos públicos.

Ciertas mujeres húngaras ayudan a sus esposos en el trabajo, sea físico o intelectual; lo mismo en un jardín que en una tarea académica. La compañía que en el hogar ofrece la mujer alcanza al marido, a los hijos, a los vecinos en retiro.

Una mujer enamorada, por supuesto, evita la depresión y los tumores, retrasa la vejez, magnifica el rendimiento laboral del esposo. Lo mismo debe suceder con las mujeres cubanas. En mi país dicen que dormir con una mujer es recomendable en todas las estaciones, haga frío o haga calor. ¿Por qué no pedimos un par de cervezas? Invito yo y pago la cuenta.

– ¿La Venus mulata de la que me hablas es una artista del canto popular o una rumbera? – No lo sé; pienso que han tomado como modelo a una mujer del pueblo, a una persona común, de la calle o del campo. Las mujeres cubanas son así, como esa de la cubierta del libro. Ese cuerpo, ese pelo como un pajón, los labios gruesos y los dientes grandes, se ven todos los días con solo salir a la puerta de la casa. Son mujeres cariñosas y dulces las cubanas; también endiabladas y sensuales hasta decir ya. – No he permanecido tanto tiempo aquí, en La Habana, como para atreverme a opinar con precisión sobre las mujeres de las Antillas. Nunca he trabajado para el cine ni soy un gigoló. Sin embargo, mire bien esa muchacha que va cruzando la avenida; lleva zapatos de madera; camina como una reina a punto de entrar en una pista de danza. ¿Son caros los zapatos con esa plataforma? ¿Es costumbre lucirlos con tanto garbo? – No sé nada de las modas femeninas. Tal vez haya que preguntarle a Azuceno. Medialibra bebió un sorbo de cerveza para disimular la risa.

– Ella tal vez sea pobre, a juzgar por la ropa pasada de moda que usa, pero se da a sí misma un rango de primera importancia. Es como si dijera: abran paso, ha llegado esta hembra de excepción que pisa la tierra orgullosa de su cuerpo; a todos traigo de vuelta y media; soy un imán con perfume. Medialibra, a mi me asombra la seguridad que irradian las mujeres de Cuba, incluso las que han recibido muy poca educación y no desempeñan trabajos de alta jerarquía. Sin motivos sociales o económicos para presumir o vanagloriarse, casi todas actúan como si tuviesen títulos de nobleza. Las mulatas de Cuba dan la impresión de estar centradas en sus cuerpos. Son capitanas de sus vidas y lo proclaman al andar. Tal vez esa sea la causa de que puedan domesticar a los hombres y ponerlos, finalmente, a su servicio.

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