Homenaje a Fray Vicente Rubio

Homenaje a Fray Vicente Rubio

POR ÁNGELA PEÑA
En un acto sencillo, pletórico de afectos y reconocimientos, la Academia Dominicana de la Historia rindió homenaje al orador sagrado, al infatigable investigador histórico, al exigente escritor y prudente maestro y consejero, y exaltó sus aportaciones intelectuales entre las que están el haber esclarecido la verdad sobre el escudo de la ciudad de Santo Domingo o la profundidad con que estudió el de la Orden Dominica, que figura en el de la Ciudad Primada de América.

Historiadores, escritores, poetas, sociólogos, empresarios, comunicadores, feligreses, funcionarios culturales se dieron cita para abrazar, agradecer y admirar al sacerdote de los famosos sermones de las Siete Palabras de los Viernes Santos en los que hacía agudas críticas a la tiranía trujillista pese a la represión del Servicio de Inteligencia Militar de entonces.

Fray Vicente Rubio, engalanado con la albura de su túnica de la Orden de Predicadores, tal vez no escuchaba con claridad las sentidas palabras del doctor Emilio Cordero Michel confesándole veneración y respeto por su amabilidad, humildad, generosidad, bondad, desprendimiento, entrega a las causas nobles y valor personal, y probablemente tampoco pudo apreciar con exactitud a la tierna doña María Ugarte agradecerle “por todo lo que nos ha enseñado a conocer la historia, por esa calidad humana que nos ha brindado”, al tiempo que también le profesaba el afecto y la admiración de todos los dominicanos. El inquieto dominico, que a sus ochenta y un años y con su indumentaria clerical tiene mas apariencia de santo que de laborioso historiador afanado en aclaraciones del pasado, enfrenta serios problemas de audición. Pero su rostro sonriente denunciaba que sabía que sólo expresiones de profundo amor y gratitud podían proferir sus amigos y colegas congregados.

Manuel García Arévalo ponderó la vida y la producción intelectual del hijo de Béjar, un pequeño pueblo de España cercano a Frades de la Sierra, de donde procedía su abuelo, Bernardo Arévalo. “Si bien la ciudad de Arévalo, de donde proviene mi apellido y donde pasó su niñez la reina de Castilla, Isabel la Católica, queda en la provincia de Ávila, Béjar y Frades de la Sierra están ubicados en la provincia de Salamanca, por eso Fray Vicente y mi abuelo son salamanquinos”, destacó.

“NO SOY MUY AMIGO DE LA IGLESIA”

La Academia no sólo dedicaba la emotiva ceremonia al religioso que además se ha caracterizado por su capacidad, acuciosidad, tozudez y rigidez en las investigaciones, al decir de Emilio Cordero, también consagró el más reciente número de su revista Clío a Fray Vicente por doble razón: haber cumplido 56 años de ordenación sacerdotal (ocurrida el 27 de marzo de 1948) y medio siglo de su llegada al país (arribó a Santo Domingo el 29 de agosto de 1954).

“Para muchos, quizás resulte extraño que yo, no muy amigo de la iglesia por mis concepciones ideológicas, cultive una franca y hermosa amistad con un sacerdote, y más aún, que haya decidido publicar este ejemplar del órgano de la Academia, en su honor. Ello no significa, en modo alguno, que debido a los años que me han caído encima me esté convirtiendo en un renegado abjurador del pasado o que haya comenzado a cambiar mi cosmovisión porque sigo, a diferencia de muchos antiguos compañeros de lucha, pensando igual que antaño, tal vez radicalizándome más en la medida en que lo vivido me madura”, significó Cordero Michel, director de la Comisión Editorial del organismo.

Pero la devoción que siente por Rubio lo llevó a preparar ese Clío que contiene valiosos trabajos publicados en torno a su obra y su vida, desde que nació hijo de Constantino Rubio y Baltazara Sánchez, ambos obreros y oradores políticos. “No es raro, pues, que el padre Rubio posea abundantemente ese don de Dios que es la elocuencia”, significó doña María en una de sus ponderaciones al ministro de Dios.

Los primeros años en Salamanca, sus recorridos como predicador, la asignación a Santo Domingo en 1954 para establecer el Primer Convento que tuvieron los dominicos en el Orbe Colombino, sus estudios, títulos, libros publicados e inéditos, las investigaciones y los numerosos artículos publicados en periódicos, los premios, las condecoraciones y otros reconocimientos, los ejemplares en prensa del querido fraile están ampliamente descritos y comentados en extensas producciones de Raymundo Manuel González de Peña, María Ugarte España y quien escribe.

De la autoría de Fray Vicente se reproducen: Isacio Pérez Fernández y sus estudios sobre Bartolomé las Casas. In Memoriam, una reseña biográfica de ese fraile dominico filósofo e historiador, admirador y estudioso de la obra del Protector de los Indios, y La segunda fortaleza de Santo Domingo, que detalla las más notables características arquitectónicas de la edificación, desde que se cruza por debajo de la portada. Y lo hace de manera tan vívida que al lector le parece estar realizando una visita turística guiada, manifiesta Cordero Michel.

Estos trabajos son tan apasionantes como las demás obras de su intelecto, que describe doña María como reveladoras de “aspectos desconocidos de la historia de los primeros años de la colonización española en Santo Domingo y porque están escritos con una prosa galana y movida, utilizando una técnica expositiva que recuerda la literatura de suspenso”. La consagrada cronista de la época colonial se refiere a Datos para la historia de los orígenes de la ciudad de Santo Domingo y a Las casas moradas del secretario Diego Caballero, basados en documentos del Archivo General de Indias.

García Arévalo, por su lado, destacó la relevante contribución del padre Rubio al conocimiento de los orígenes étnicos del pueblo dominicano. “Es su visión sobre el mestizaje, documentada a través de personajes como Miguel Díaz de Aux, uno de los fundadores de la ciudad de Santo Domingo, el empresario Antonio Villasante, y Diego de Ovando, el mestizo de la isla Española que llegó a ser Alguacil Mayor del Reino de Quito”.

“Por su dedicación, su inteligencia, sus esfuerzos, sus méritos y su ejemplo en favor de la historia, la cultura, la democracia y la fe del pueblo dominicano”, García Arévalo felicitó a la Academia por la oportuna iniciativa del homenaje al religioso.

A continuación, doña María Ugarte improvisó unas conmovedoras palabras tras entregar al sacerdote las revistas y el homenajeado dio las gracias por el encuentro. Como si pronunciara una de sus acostumbradas homilías o vibrante prédica de Cuaresma agradeció a Dios todo cuanto tiene, incluidos los amigos presentes, se declaró indigno del homenaje pero convencido de que ya puede marcharse al otro mundo, y con un “Dios los bendiga a todos”, cerró el emotivo acto.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas