Honduras: una dura  prueba

Honduras: una dura  prueba

La permanencia en el poder -durante casi tres meses- del Gobierno de facto en Honduras, mantiene en entredicho la efectividad de la diplomacia que se practica a través de  la Organización de Estados Americanos (OEA) y la sinceridad del rechazo al golpe de Estado del 28 de junio pasado, expresado por gobiernos que dicen defender la democracia representativa.

Desde el día del derrocamiento del Presidente Manuel Zelaya  hasta el ingreso de éste a la embajada de Brasil en Tegucigalpa, los acontecimientos  justifican el temor por un desenlace ajeno a los usos diplomáticos que pueda conducir a una situación de caos y desesperación. A pesar de tratarse de un atentado contra la democracia, la presión diplomática sobre el Gobierno de facto, el aislamiento y otras medidas no han surtido el efecto perseguido, que es la reposición del Presidente legítimo y la celebración de las elecciones de noviembre próximo, que sin duda quedarían descalificadas si las celebra el régimen fáctico.

La presencia del Presidente Zelaya en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, las manifestaciones de sus seguidores y el cerco militar para impedirlas, aumentan  los riesgos de un caos o un desenlace sangriento, mientras la  diplomacia interamericana parece atada de manos, sin soluciones alternativas. El desafío persiste y el tiempo apremia.

Apagones financieros

Las interrupciones del suministro de energía tienen motivaciones financieras. El presidente de AES Dominicana afirma que el atraso del Gobierno en el pago de sus deudas con esa empresa le impide costear sus gastos para operar con la regularidad debida. El resultado es un suministro intermitente de la energía, con todas las consecuencias negativas que esto acarrea para la economía. La situación no es novedosa. Los atrasos del Gobierno han sido tan frecuentes como  los apagones financieros.

Es un problema al que se le debe buscar solución definitiva, pues la falta de suministro de electricidad provoca pérdidas económicas y molestias. Los generadores necesitan capital de trabajo y no se puede pretender que financien el consumo de energía. La generación con plantas de emergencia es una solución muy costosa y no ayuda mucho a mejorar las cobranzas de las distribuidoras de electricidad. Ya es tiempo de que salgamos del círculo vicioso.

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