No nos entusiasma el asistir a fiestas en tiempos de grandes celebraciones. En ocasiones como ésas, casi siempre hemos preferido permanecer en el hogar estudiando u ordenando libros y documentos de nuestra modesta biblioteca.
Hace unos días, mientras nos ocupábamos de esos y otros menesteres, nos topamos con un artículo del periodista Gustavo Olivo Peña titulado “Honestos y Corruptos en los Gobiernos” publicado hace algunos años en uno de los periódicos de mayor circulación. Dicha publicación, especie de mensaje, se centra en el debate sobre los actos de corrupción llevados a cabo por funcionarios de pasados gobiernos. El destacado periodista considera que muchas gentes creen que los gobiernos están rodeados de tentaciones que hacen sucumbir a hombres o mujeres honrados en principio. Según él, muchas gentes consideran como normal que quien desempeñe un alto cargo público se convierta rápidamente en multimillonario sin tener que dar cuenta de su fortuna. Al respecto el destacado cronista afirma: “Pero lo cierto es que hemos tenido muchos servidores públicos honrados, en todos los gobiernos. Lamentablemente, esos buenos ejemplos son olvidados. Por ejemplo: ¿Quién recuerda a Jorge Martínez Lavandier, a Julio Sauri, a Luis Scheker Ortiz, a Danilo Noboa Herasme, a Guillermo Caram, a Federico Lalane José y a Jesús de la Rosa? No se enriquecieron con los dineros del Estado, no traficaron con sus cargos. Por desgracia tampoco influyeron de manera decisiva en sus gobernantes y líderes. En relación con el PLD, actualmente en el gobierno, es probable que ocurra igual con Norge Botello, Miguel Andújar, Euclides Gutiérrez Félix, José J. Bidó Medina, Piky Lora, Eduardo Latorre, Miguel Cocco y Quilvio Cabrera. Y hay muchos más. Porque no es cierto que la canalla sea mayoritaria. Lo que ocurre es que la influencia de los perversos, amparada en la debilidad institucional y en la permisividad de los líderes y de los partidos, corroe y daña, manchando a los gobiernos y a los gobernantes”. Agradecemos de todo corazón las referencias a nuestra conducta como hombre público de parte del periodista Gustavo Olivo Peña. Un poco más pesimista al respecto se nos muestra el columnista Guillermo Moreno en su artículo: “2020 Perspectivas Electorales” publicado en el periódico Diario Libre el 30 de diciembre del recién finalizado año 2019: “En una democracia representativa, en principio, las elecciones son el escenario de disputa del poder político. A ellas concurre la ciudadanía a elegir a los que mejor representen sus aspiraciones. Pero cuando las elecciones se producen en un país con una falsa democracia, como es el caso de la RD, estas se convierten en frustraciones ciudadanas y dan lugar a permanentes procesos de crisis política.Los procesos electorales dominicanos se caracterizan, salvo contadas excepciones, por el déficit de árbitros electorales, independientes e imparciales. La ausencia de reales árbitros ha sido responsable, por comisión y omisión, de reiterados fraudes y desconocimiento de la voluntad popular.El proceso electoral de 2020 está lleno de sombras. Una de las razones es que la Junta Central Electoral ha perdido credibilidad. En esta misma columna, varias veces advertimos que la vía para que la JCE se ganara el respeto como árbitros era ejerciendo con definido carácter su autoridad frente a cada violación a la Ley Electoral, aplicándole las sanciones y adoptando las medidas de lugar, sin importar si la falta provenía de un partido de la oposición o del oficialismo”
El 2020 es un año electoral. En febrero elecciones municipales para elegir alcaldes y regidores. En mayo, elecciones nacionales para elegir el presidente, senadores y diputados. Además, todo apunta en la dirección de una segunda vuelta. ¡Periodistas Ánimos! El mundo no se va a acabar ni en febrero ni en mayo.