Honor, Marina de Guerra y narcotráfico

Honor, Marina de Guerra y narcotráfico

La pasada semana se celebraron los actos de graduación de diferentes cursos de la Marina de Guerra. Como es costumbre y usual en las actividades de los cuerpos armados, el protocolo de graduación resultó tan vistoso y emotivo como siempre.

Sin embargo, también estuvo omnipresente, y no de manera subrepticia, el pesado fardo que un reducido grupo de integrantes de la misma le ha echado a ese cuerpo.

La oficialidad y Alto Mando, encabezados por la Jefatura del Estado Mayor, han optado no por la fácil opción de pasar por alto la realidad de que la ambición personal sin límites y el narcotráfico laceró los cimientos de honorabilidad de la institución y actuar como si nada hubiera pasado o todo fuese ya cosa del pasado sin posibilidad de que se repita. Al contrario, han asumido la muy difícil posición de discutirlo críticamente de manera abierta y pública.

En los actos de graduación de los cursos superiores se invitó para el discurso principal al doctor Marino Vinicio Castillo. Su discurso no pudo ser más incisivo y crítico, advirtiendo a una oficialidad presente, ante el Mando Superior, del enorme poder corruptor del crimen organizado y de lo hiriente para la sociedad de presenciar oficiales e integrantes de ese cuerpo armado involucrados en actividades delictivas de las más graves.  Confesó que desde que recibió la carta–invitación para ese discurso de orden sabía que lo que esperaba el Jefe de Estado Mayor, Vicealmirante Julio César Ventura Bayonet, era que él hablase en esos términos claros.

En el discurso de graduación de los Guardiamarinas fue el propio Jefe de Estado Mayor el que enjuició con igual severidad la situación surgida y advirtió a los graduandos que  la pobreza de un país con enormes problemas no podía justificar que se traicionase a la Patria ni la esperanza y moral de las familias en aras del dinero fácil pero sucio. Recordó las experiencias traumáticas de las Fuerzas armadas de países hermanos y sus consecuencias sociales y que la República Dominicana y sus cuerpos armados debían de dotarse de una coraza protectora. Fueron actividades aleccionadoras y emocionantes para todos los presentes.

Por las características insulares, el medio geopolítico y la posición geográfica del país, la Marina de Guerra tiene, ineludiblemente, que jugar un rol de primer orden en el enfrentamiento al narcotráfico. Está en la primera trinchera de combate y, en consecuencia, su personal tiene que estar preparado no solo militarmente sino moralmente para combatir a un enemigo inescrupuloso y pleno de recursos, siempre a la caza de quien quiera vender su alma.

Lo trascendente, lo verdaderamente a escrutar no son los golpes recibidos, sino la capacidad de reponerse y seguir adelante, consciente que el honor y la moral lo pueden todo. La Marina de Guerra podrá seguir haciendo honor a su lema: Una profesión honorable, que cuenta con jefes y oficiales para ello.

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