Honrar la Constitución

Honrar la Constitución

Cada 6 de noviembre de cada año se conmemora en el país un nuevo aniversario de la Primera Constitución de la República proclamada en 1844 por la Asamblea Constituyente en la ciudad de San Cristóbal.
Para honrar esa efemérides, el Tribunal Constitucional, un poder superior a los demás poderes del Estado creado para “garantizar la supremacía de la Constitución, la defensa del orden constitucional y la protección de los derechos fundamentales”, celebró ese día una fastuosa Gala festiva, cultural y patriótica, dedicada al 50 aniversario de la Revolución Constitucionalista del 24 de abril de 1965, una de las más hermosas epopeya de la historia nacional y de América, en reclamo de la puesta en vigencia de la Constitución del 1963 considerada la más democrática, progresista y avanzada de nuestro parnaso nacional y la reinstalación del Presidente Juan Bosch, elegido libre y democráticamente por su pueblo, siendo derrocado apenas 7 meses después por un artero golpe de Estado Cívico – Militar.

Aquella Primera Constitución, igual que la del 29 de abril del 1963, estuvo inspirada en lo más sanos preceptos de la moralidad política y de la democracia. Consagraba formalmente no solo la división e independencia de los poderes del Estado, la autonomía Municipal, la inmovilidad de los funcionarios públicos, el ejercicio libre del sufragio, y de los demás derechos fundamentales del individuo y el ciudadano, sino que la misma estaba cimentada y garantizada por la conducta patriótica y civilista de nuestros próceres y patricios, para quienes la política era, sencillamente, “la actividad más pura, la más ennoblecedora, luego de la filosofía.” No un oficio lucrativo, el arte del oportunismo y el descaro, como pudiera definirse hoy en día.
En lugar de aquel Estado Protector, hemos venido padeciendo un Estado dominante, prepotente, irresponsable que ignora y viola flagrantemente la Constitución cuando la reforma a su modo y conveniencia; o santifica la impunidad y la corrupción de sus funcionarios, proscrita y condenada de manera expresa en la Carta Magna; o las veces que la explotación de nuestros recursos naturales y riquezas se entrega a grupos económicos poderosos foráneos a quienes le importa muy poco o nada la suerte de nuestra nación, su bienestar y progreso. Un Estado marcado por el mesianismo, el autoritarismo, el personalismo de sus gobernantes, a lo que se suma en forma patética el clientelismo político con su secuela de males.
El evento (show) tuvo como escenario la Sala Principal Maestro Carlos Piantini del Teatro Nacional, colmada por un auditorio difuso con invitados de piedra especiales que combatieron “al pueblo tirado a las calles con las armas en las manos” unido a heroicos y valientes militares y apoyaron la intervención militar norteamericana que mancillaba nuestra soberanía.

. No hay duda de que el quehacer político y la sociedad moralmente se han degradado. No es el mismo pueblo dominicano concentrado en las 20 cuadras de Ciudad Nueva y la Zona Colonial, que recibió en la Fortaleza Ozama el Mensaje del Coronel Caamaño, Presidente de la República, haciéndole entrega al pueblo, lo que al pueblo pertenece. Honrar la constitución es vivir con dignidad apagada a sus principios.

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