Hora de escuchar y responder

Hora de escuchar y responder

Persiste en el país una desconexión que dificulta conciliar con el Estado nuevas políticas que con asiduidad reclaman los ciudadanos. No se da en este medio el debate diario con el intercambio directo por los canales que corresponden de preguntas y respuestas entre el poder y la sociedad, usual en otras democracias en las que se procuran sin cesar consensos legitimadores. Acuerdos entre las partes que se renueven en la cotidianidad para fijar metas. En este medio las campanas son disonantes. Voces representativas proponen cambios significativos sin lograr una productiva interlocución. Desde el Gobierno, con el que es difícil comunicarse con funcionalidad al más alto nivel, lo que más se resuena es el elogio al propio quehacer, sin receptividad para escuchar y responder a los gobernados vía la prensa.
Se exaltan obras y ejecutorias que pueden ser apreciadas como conquistas para la sociedad, pero no se mantienen vivos en los discursos los temas nacionales abordados con insistencia por un amplio sector que giran en torno al fortalecimiento de la institucionalidad con objetivos de mediano y largo plazos y para la asunción de compromisos y conciliaciones en pro de un desarrollo que no se quede en la superficie. Es bueno celebrar lo que bien se hizo pero la sociedad aspiraría a que el Estado se consolide como ente rector de la vida nacional, aplicando cabalmente las leyes que lo rigen, sus órdenes y ejecutorias.

Limitaciones que deben cesar

El intercambio comercial en esta isla continúa bajo restricciones al movimiento formal de mercancías impuestas por las autoridades haitianas, una perjudicial barrera contra el país que viola reglas del libre comercio en el marco de la globalización que procura fomentar exportaciones e importaciones en beneficio de todas las naciones.

Es un acto hostil contra la República Dominicana, abastecedora ventajosa para los consumidores vecinos, política que se atribuye a un proteccionismo despiadado en favor de minorías importadoras del propio Haití. Tratándose de un país de instituciones débiles y con escaso control sobre diversas acciones de sus ciudadanos, el boicot ha tenido un creciente efecto perjudicial en materia de impuestos, pues el contrabando y el cruce informal de artículos por la frontera siguen viento en popa.

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