Hora de reflexión y decisión cívica

Hora de reflexión y decisión cívica

El bullicio de campaña electoral concluyó y la calma es propicia para reflexionar sobre la importancia que tiene para el país que cada uno de sus ciudadanos se sienta arquitecto del porvenir institucional. La delegación de poderes es una decisión soberana de cada ciudadano y el ejercicio del voto, por tanto, no puede ser entendido como una simple acción mecánica para llenar formalidades.

En términos individuales, un voto es decisión, es mandato. En los mismos términos, una abstención equivale a dejar que otro decida por el ciudadano, sin importar cuánto esa decisión le beneficie o perjudique.

La importancia de esta transición entre la campaña y la hora de la elección radica precisamente en la oportunidad de meditar a fondo la decisión que habrá de ser depositada en la urna. Para un pueblo que ha madurado en el ejercicio democrático y en la valoración de las prerrogativas que le garantiza la democracia a cada individuo, el ejercicio del voto debe ser un acto trascendental, consustancial al porvenir institucional como garante de estabilidad y progreso.

En la democracia el ejercicio debe ser siempre positivo, como instrumento de decisión activo. Contrario a la abstención, el voto lleva una dirección y un mandato, mientras la abstención delega ambas condiciones. Por esas razones es importante dedicar este día a la reflexión sobre ese mandato trascendental.

La Justicia debe dar un ejemplo

El horrendo asesinato de una niña de diez años en el sector La Puya, de Arroyo Hondo, a manos de individuos que previamente la violaron, debería inspirar a la Justicia para aplicar las máximas penas permitidas por nuestras leyes. Sucesos como éste hieren a una sociedad cuya abrumadora mayoría es amante de la integridad y de la vida y que siente asco por quienes son capaces de algo tan despiadado.

Un crimen de estas características obliga a meditar sobre la necesidad de que los padres sean más exigentes en el resguardo de la integridad de sus hijos. El grado de degeneración que las drogas y otros vicios han entronizado en una parte de nuestra sociedad es sin duda un caldo de cultivo para acciones de barbarie como la que nos ocupa. No debería haber atenuantes que puedan esgrimirse en favor de quienes resulten ser responsables de este acto demoníaco. Valiéndose de toda la fuerza del Derecho, la Justicia debe dar un ejemplo.

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