Hora de sacudirse

Hora de sacudirse

Ayer hablábamos de los porqué nos encaja la vocación de «Estado Fallido», que se nos atribuye, y hoy queremos distribuir, haciendo galas de la mayor equidad posible, las responsabilidades a que obedecen estos porqué.

Rafael Trujillo manipuló este país durante 31 años y en ese tiempo fueron muchas las conspiraciones contra su régimen tiránico. Todas, salvo la última, tuvieron el éxito aspirado por sus precursores, sin que nos adentremos ahora a las motivaciones que tuvo cada uno.

Pero el hecho de que la mayoría de las conspiraciones culminaran en aparente fracaso, dista mucho de que fallaran en por lo menos dejar una lección, una simiente, que germinaría en otros actos similares.

La vocación libertaria coexistió con la tiranía, marchó paralela con ella y dejó sus frutos.

Más recientemente, los dominicanos dieron ejemplo, por la vía democrática, de que saben tomar la sartén por el mango y sacudirse todo fardo de sinrazón. El pueblo ha sabido quitar lo que le perjudica y poner lo que ha creído que le benificiaría o redimiría.

–II–

Los razonamientos anteriores son un claro indicador de que, independientemente de las circunstancias adversas, la vocación de Estado viable y posible siempre ha anidado en los dominicanos. Hoy por hoy, los porqué que apuntábamos en la víspera son elementos coexistentes con esa vocación, y la historia está ahí para corroborarlo.

Lejos de derrotismo y resignación a ser «Estado fallido» o cosa que se le parezca, a los dominicanos les queda mucha de la reserva que les ha permitido salir airosos de situaciones y circunstancias verdaderamente adversas y difíciles, que a veces han despertado la creencia de que no hay salida.

–III–

Es bueno que los partidos políticos, cuya capacidad para gobernar y gobernarse está en estos tiempos en un serio entredicho, pongan en agenda hacer una oportuna revisión introspectiva de su papel como agentes en la dinámica del Estado.

Es preciso que sometan a escrutinio serio la responsabilidad de sus líderes en el proceso de involución del Estado, hasta el grado de merecer ser señalado como con vocación o proclividad a lo fallido o inviable.

El ejercicio político en estos países, fundamentado en el populismo y el relajamiento de los principios en la puja por el poder, que ha traído como resultado el debilitamiento de sus propios cimientos, tiene un alto grado de responsabilidad en la condición de debilidad institucional de nuestro Estado. Y que se sepa, no es un mal exclusivo nuestro.

Lo ideal sería que los dominicanos, con los partidos políticos a la vanguardia, entremos en un proceso de reflexión que conduzca a un rediseño de las pautas cualitativas de nuestro ejercicio como ciudadanos, que permita revalorizar y hacer vigente la vocación de Estado viable y progresista que todos tenemos y que tantas veces hemos puesto de manifiesto.

Es hora de sacudirse.

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