Horror e incredulidad en Sandy Hook tras matanza en escuela primaria

<P><STRONG>Horror e incredulidad en Sandy Hook tras matanza en escuela primaria</STRONG></P>

NEWTOWN, Estados Unidos. AFP. Los vecinos de Sandy Cook se debatían el viernes por la tarde entre la incredulidad, horror y desolación tras la matanza en la escuela primaria de este caserío aledaño a Newtown en Connecticut (noreste de Estados Unidos), que dejó al menos 27 muertos incluyendo el agresor.  

La tragedia podía resumirse en imágenes como la de dos familiares de una de las víctimas caminando calle abajo desde la escuela primaria de Sandy Hook llorando abrazados y sin decir palabra.  

Vecinos como Chuck Stofko no salían de su conmoción: «Cuando vi una armada de policías y vehículos de emergencia llegando, me dije ‘esto no es un accidente’. Entonces escuché la noticia», cuenta entre lágrimas este hombre de 52 años, padre de tres hijas, una de ellas que estudió en Sandy Hook.  

«Se trata de una comunidad única aquí. Este es un horror inenarrable. No hay palabras para decir lo que pasó», agrega en medio de la calle.  

La policía cortó el tráfico un kilómetro antes del coqueto Sandy Hook, que integra el pueblo de Newtown y que parece sacado de una película de David Lynch, con su corta calle principal con negocios, un pequeño riachuelo y carreteras solitarias que se pierden en el bosque.  

En la calle que conduce a la escuela, el cuartel de Bomberos Voluntarios de Sandy Hook era el centro de operaciones de la policía y el lugar donde se dieron cita las decenas de periodistas que iban llegando.  

Bobby Haskins, un estudiante de 14 años en pantalones cortos y buzo, hablaba de su experiencia y de lo que sabía a partir de un amigo sobre lo ocurrido en la escuela  

«Cerramos las puertas de la escuela y nos quedamos en nuestras clases hasta que la situación volvió a ser segura. Conozco gente que estaba en el colegio, dos maestros y un amigo cuyo hermano menor estudia allí», dice.  

«Hablé con mi amigo, me dijo que el agresor entró, disparó a gente en su camino, luego a la maestra y a su alrededor. El hermano de mi amigo fue capaz de escaparse por la puerta de atrás. Corrió hasta el centro y ahí lo agarró un hombre y lo llevó al cuartel de bomberos», relata.  

La joven Melisa Latifi, una estudiante de 23 años que trabaja en un restaurante de Sandy Hook, no conocía a nadie en el colegio pero está igual de conmovida.  

«Recibí un mensaje de texto de una colega. No podía creer que era en Sandy Hook, tan cerca», afirma vestida con su camisa de camarera frente al cuartel de los bomberos, adonde acaba de traer pasta y pizza. 

 «Es una comunidad muy integrada, todo el mundo se conoce», dice la joven que vive en el cercano pueblo de Waterfront y cuyo tío es el propietario del hotel desde hace años.  

Rodeado de una turba de periodistas, el teniente Paul Vance, vocero de la policía estatal de Connecticut, también parece en estado de shock y habla de «escenas aterradoras» y una «terrible tragedia para las familias».  

En medio de la devastación, la comunidad intentaba reaccionar y comenzar a mostrar su apoyo a las víctimas y sus familiares con la organización por la noche de una vigilia con oración en la iglesia de Sandy Hook.  

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