Horror en Beslan

Horror en Beslan

UBI RIVAS
El viernes 03 del presente mes de septiembre, fuerzas de seguridad del Estado ruso penetraron en la escuela de Beslan, en Osetia del Norte, donde comandos chechenos tenían secuestrados a más de 700 individuos entre profesores y niños, provocando la muerte de 335 personas, de ellas, 155 niños y más de 170 adultos.

La orden de penetrar al plantel fue dispuesta por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, un viejo zorro y duro espía jefe de la hoy disuelta KGB que sustituyó a la Okrana de los zares, y que se hizo famosa la primera, eliminando en la durísima Era Staliniana, a millones de opositores a Koba, y la segunda, alicate primordial de los kosacos, guardia personal de los zares, en los pogroms, actos de persecución contra los judíos rusos.

En el teatro moscovita de Kuborvka, en 2002, hube de censurar con dureza los términos que usó Putin para controlar a los patriotas chechenos que por no disponer de otros recursos para liberar a su república de la coyunda del Kremlin, adoptan el terrorismo para intentar hacer valer sus derechos, aunque ese procedimiento sea rechazado por la comunidad internacional, no el terrorismo de Estado que ejerce el Kremlin contra los chechenos.

En el teatro Duborvka el presidente Putin ordenó esparcir gases altamente tóxicos y letales, que provocó la muerte de centenares de personas que acudieron a una función artística allí.

Tanto en el teatro Duborvka como en la escuela de Beslan, el presidente Putin demostró no haber evolucionado un ápice de los métodos rudos que usó cuando era el magnate número uno de la KGB, de torturas, liquidaciones sumarias y el extrañamiento sin retorno hacia los Gulags siberianos.

Aunque administrando una situación económica difícil, por no catalogarla de caótica, que el colapso del comunismo en 1989 aún no ha podido equilibrar, mucho menos superar, y que incluye la parálisis del aparato militar y nuclear de la otrora poderosa URSS, donde todas las Rusias convergían impelidas por el terror, el presidente Putin insiste en mostrar un poderío que no se corresponde con su maltrecha realidad.

Esa actitud en la que Putin no abandona del todo la fanfarria clásica en la etapa comunista, de un aguaje entonces con un soporte real atómico y una flota naval y aérea hoy en ruinas, pretendiendo con esa actitud, demostrar el rigor que nunca ha abandonado a los viejos zorros de la URSS, para aleccionar a Occidente de cual sería la barbarie desencadenada en el caso hipotético de que no hubiese un entendido en el rol prominente de los espacios que cada uno reclama del hegemonismo planetario.

Duborvka como Beslan, demuestran hasta la saciedad el recurso de los actos primitivos de antaño que se corresponde con hogaño, donde se propicia el culto a la disención, el consenso y la insertación de Rusia en la OMC y su intento de anulando el Pacto de Varsovia, integrarse en la OTAN, que precisamente fue creada para enfrentar al primero.

«Los perseguiremos hasta el retrete (inodoro) y allí mismo los dejaremos tiesos (muertos), sentenció Putin en 1999, casi al tiempo de asumir el relevo del poder de Boris Yeltsin, cuyos devaneos dipsómanos y excentricidades hastiaron a los rusos y vieron en el relevo otrora cerebro de la KGB, un rayo de esperanza, que es lo único que los rusos han preservado intacto del calvario de sus desgracias zaristas y comunistas.

Esa frase expresada sin rubor, fue una radiografía de la interioridad anímica de Vladimir Putin que continuará con él hasta el fin de sus días y estos son los momentos en que sus conciudadanos, luego de los genocidios de Duborvka y Beslan, debieran decidir removerlo de un rol para el que no está ciertamente apto.

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