Hosanna por la paz en Colombia

Hosanna por la paz  en Colombia

El 26 de septiembre reciente, con la ofrenda del morral y el M-16 de “Timochenko” en prueba de honrar la concordia, y el emblema de la paloma blanca obesa de Fernando Botero, en la iglesia San Pedro Claver, cura jesuita que ofrendó su vida por los esclavos en el siglo XVIII, en la cinco veces centenaria Cartagena de Indias, el presidente Juan Manuel Santos frisó el frontispicio de la gloria y el Nobel de la Paz, firmando con un bolígrafo la paz y liquidando 52 años de guerras fratricidas, fallidas, cruentas y terribles, que diezmaron a Colombia.
Proceso arduo, tedioso, fatigante, en que el esclarecido estadista colombiano demostró domeñar todos los rescoldos y vericuetos de la paciencia, en los oscuros y anfractuosos pasillos del estrés, para obtener la paz y depositarla como el mayor legado a sus paisanos.
Intervinieron protagonistas señeros en esta cita esplendente de la cordura: el Papa Francisco, el presidente Raúl Castro, la Comunidad Europea, Noruega, el presidente Barack Obama, y el aparente ausente, pero decisivo comandante Fidel Castro, poder decisor de la política cubana. En lograr esta odisea por la paz y la sensatez se imbricaron los factores decisivos del colapso de la URSS y el deshielo de las relaciones La Habana-Washington, principales soportes financieros e ideológicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que sustituyeron por peaje al narcotráfico y secuestros, desvirtuando los postulados que proclamaron para diferenciarse del estercolero del capitalismo salvaje, el neoliberalismo y la inequidad.
En lo sucesivo, Rodrigo Londoño Echeverri, el enhiesto “Timochenko” de las selvas colombianas, supremo comandante de las FARC, tendrá que hilar delgado para insertar a su tropa en la cotidianidad institucional de Colombia, diferenciando combatientes de criminales, y así eternizar el hosanna por la paz.

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