Hospital Sabana de la Mar carece equipos

Hospital Sabana de la Mar carece equipos

POR MARIEN ARISTY CAPITAN
SABANA DE LA MAR.-
A pesar de que Sabana de la Mar recibe a una gran cantidad de turistas, el Hospital Señorita Elupina Cordero no tiene ni los más elementales aparatos diagnósticos: desde hace tres años no hay ni siquiera una máquina de Rayos X. Tampoco disponen del sonógrafo que necesitan para darles seguimiento a las pacientes embarazadas.

La situación de este hospital es tal que no cuentan con los servicios de un cirujano general puesto que tenían uno, apellido Sánchez, decidió dejar el trabajo hace un poco más de un año.

Por eso motivo todos los pacientes que requieran algo más que atención muy primaria son referidos o al hospital de Hato Mayor o al Antonio Musa, de San Pedro de Macorís. Este último es el que recibe a la mayoría de ellos porque, aunque está más lejos, es el regional y ofrece todos los servicios.

Pero este es sólo uno de los muchos problemas que tiene este centro asistencial, definido de segundo nivel por las autoridades de la Secretaría de Salud Pública.

Es que no es mucho lo que se puede pedir de un hospital que recibe una subvención mensual de 175 mil pesos, de los cuales debe invertir un 40% en medicamentos. El resto es para cubrir los alimentos, comprar los materiales de limpieza, dar mantenimiento a la planta física y adquirir combustible para la planta eléctrica, que suele estar prendida durante ocho y nueve horas al día.

“Básicamente aquí se ofrecen servicios de ginecología. Pero no hace el papanicolau, eso se refiere para allá (al Musa)”, explicó Manuel Mercedes, quien tiene 21 años trabajando como enfermero en el hospital sabanalamarino.

Tras indicar que tratan deshidratación de niños, Mercedes sostuvo que no tienen medios para lidiar con ningún caso de cierta envergadura. Por eso sólo se hacen operaciones como las cesáreas y las histerectomías.

LO QUE OFRECEN

Para la doctora Santa Pimentel, epidemióloga, la situación del hospital no es crítica porque ofrece los servicios que debe tener todo hospital de segundo nivel: ginecología, medicina general, medicina familiar y programas preventivos de salud, de vacunación, tuberculosis y planificación familiar.

También, indica Pimentel, cuentan con un laboratorio en el que se hacen análisis de segundo nivel, tales como los de química sanguínea, transmisión vertical del sida, hemograma, tipificación, orina y coprología.

Cuestionada en torno al suministro de reactivos, la doctora manifestó que en la actualidad están bien. Pese a ello, reconoce que a veces se acaban y tienen que solicitar que se los envíen.

Respecto a los especialistas que tienen, Pimentel explicó que allí trabajan cinco médicos generales, dos familiares, tres gineco-obstetras, un pediatra y una epidemióloga. Además completan el equipo dieciocho enfermeras y una licenciada en enfermería.

En cuanto a las cirugías generales, Pimentel argumenta que no pueden realizarlas porque no sólo les hace falta el cirujano sino que también necesitarían un banco de sangre. “En esos casos los referimos a Hato Mayor y de allá, si no puede resolver, se les manda al Musa”.

Hasta el Musa también tienen que dirigirse las mujeres embarazas cuando les toca hacerse una sonografía. Además son enviados hasta allá, en la ambulancia del hospital, a las pacientes que presentan partos complicados.

VIENDO LA INFRAESTRUCTURA

Con sólo llegar a la puerta del Hospital Señorita Elupina Cordero los reporteros de HOY pudieron advertir que la desidia se ha apoderado de este centro: a pesar de que su jornada había comenzado a las nueve de la mañana, a la una de la tarde el médico que estaba de servicio dormía tranquilamente en el banco que está junto a la entrada.

Acostado, el médico despertó al escuchar que alguien decía buenas tardes. Unos minutos después se dirigió a la emergencia, donde Mercedes le había tomado los datos de un niño que fue llevado por su madre.

Pasando a los espacios, hay que destacar que sólo el laboratorio luce realmente limpio y organizado. Sobre él no ha caído el tiempo. No es está el resto del hospital, donde todo se ve desmejorado.

Una muestra simple es la emergencia que, ubicada en el primer nivel, tiene dos camas en mal estado, una cortinilla rota y una camilla para exámenes ginecológicos vieja y destartalada. En la segunda planta están la estación de enfermería, que es uno de los espacios que mejor se conserva; la sala de recuperación, que sólo tiene una cama vieja que se usa para colocar encima de ella ropa y algunas sábanas; y las salas de internamiento que muestran con tristeza hasta qué punto el olvido se ha instalado aquí.

En estos cuartos las puertas y los respaldares de algunas camas muestran con desparpajo el comején que las corroe, mientras que las cunas están tan oxidadas como la parte de hierro de las camas.

 La comida, al decir de los pacientes, está bien. Lo que no lo está es el servicio de limpieza. Así pudo comprobarse cuando, a las dos de la tarde, en algunas habitaciones podían verse restos de sangre, jeringuillas usadas, algodones sucios y envases de medicina vacíos que reposaban en alguna bacinilla.

Pero el tope de los topes fue ver los palos que usan para soportar los mosquiteros. Sacados de cualquier patio, reclaman a gritos que alguien debe acordarse de los pequeños hospitales de los pueblos.

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