Hospitales sin luz

Hospitales sin luz

En el primer capítulo bíblico del Génesis se lee en su versículo tercero el siguiente relato: «Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas. Dios llamó a luz «Día» y a las tinieblas «Noche». Y atardeció y amaneció el día primero».

Momentos angustiosos son los que ha estado viviendo el país luego de la contienda electoral, en el denominado período de transición, que para muchos parece durar una eternidad, debido a la desesperación por la agudización de las precariedades en todos los servicios básicos y muy en especial el servicio de la electricidad. La crisis energética está causando estragos no solo en el ámbito económico sino también en el orden emocional y cultural.

Ninguna nación puede concebir el desarrollo social sin electricidad. Ya no se trata de un lujo ni de una caprichosa comodidad; la luz es indispensable en el hogar, el taller, la fábrica, la industria, el comercio, la banca, la escuela y los establecimientos de salud. El cirujano que haya vivido la amarga y aterradora experiencia de tener a un paciente en el quirófano durante el transcurso de una cirugía cardiaca prolongada, conoce muy bien los sobresaltos y la sensación de inseguridad que se vive cuando no existe la confianza de disponer de un infalible y constante flujo eléctrico. La falla momentánea en el circuito puede que haga la diferencia entre seguir viviendo y morirse.

Somos de los que apoyamos la iniciativa de proveer a las instituciones de salud en todo el territorio nacional de fuentes de luz permanente y estable, de forma tal que no importe si es de día o de la noche cuando se presente una emergencia, pues siempre que se requiera intervenir o atender a un paciente, habrá garantía de unos cuidados oportunos, seguros y eficientes.

Mantener esta situación de incomodidades e irritación en el seno de la sociedad es un acto cruel e inhumano. Veintitrés horas sin luz es un abuso en los hogares al tiempo que constituye un crimen en clínicas y hospitales. Los alimentos se descomponen dentro de las neveras debido a los frecuentes y prolongados apagones. Las vacunas a base de gérmenes vivos como son las del polio, sarampión, rubéola y paperas se echan a perder ya que no puede mantenerse la cadena de frío, condición indispensable para que ellas conserven su efectividad. Igualmente sucede con los muchos reactivos de laboratorio y medicamentos que requieren de una temperatura baja específica pues de lo contrario se deterioran y sus propiedades se alteran.

Los bancos de sangre están al grito ya que son cientos y cientos de pintas las que se pierden ante la ausencia de energía eléctrica. Alguien diría que la solución de dichos centros se haya en proveerles de plantas generadoras. Sin embargo, les recuerdo que esos aparatos están diseñados para emergencias y no para uso continuo, por lo que con la tanda de interrupciones en el servicio de luz, tal y como acontece, no es posible que operen adecuadamente, amen de lo caro que resulta el gasto de combustible y el mantenimiento de los mismos.

El país se encuentra técnicamente apagado, el gobierno de Hipólito Mejía parece no existir, por cuanto no se siente su mano interventora presta a darle solución al grave problema de la falta de electricidad. Luce como si a propósito, cual mártir del gólgota, al pueblo se le haya condenado a cargar esta pesada cruz de sufrimientos hasta el 16 de agosto de 2004. Todo por el hecho de no haber votado a favor del continuismo reeleccionista. Corresponderá al nuevo gobierno del Partido de la Liberación Dominicana presidido por el Dr. Leonel Fernández Reyna, hacer una reedición del Génesis, en donde obrando tal cual hizo el Supremo Creador, ejecute la divina orden del Señor: (Hágase la luz!

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