Hospitalidad y control migratorio

Hospitalidad y control migratorio

República Dominicana puede mantener su tradición de hospitalidad, practicar una política de buena vecindad y hermandad, sin renunciar a su innegable derecho de aplicar las leyes de entrada y permanencia en su territorio.

Estados Unidos protege con excesivo celo su frontera con México, y hasta puede cometer excesos, cuando un extranjero llega a sus aeropuertos, aun provisto de visado norteamericano legal.

En Miami son frecuentes los casos de indagatorias descorteses a pasajeros que llegan a su terminal aérea. Los oficiales de Inmigración se ciñen estrictamente a las reglas de Admisión.

Costa Rica, a pesar de que abolió su Ejército hace 60 años, mantiene una rígida política migratoria.

Si usted no dispone de solvencia económica y resguardo financiero, no puede viajar a España de paseo; menos a trabajar.

Vivimos en un mundo cada vez más globalizado, de acuerdo. Pero ni los países más democráticos abren sus fronteras “de par en par” para – como arengó una vez Alburquerque a sus tropas – “entren to’.

El país tiene una particular característica: resulta lugar acogedor para mucha gente, su población es tradicionalmente alegre y abierta, en especial con el visitante extranjero, amén de las bellezas naturales que posee, como su riqueza arquitectónica.

Las tasas de cambio de dólares y euros resultan un imán para el viajero de ingresos medios que busca divertirse, estirando sus ahorros hasta el máximo.

Hoteles y restaurantes nuestros mantienen aún tarifas y ofertas gastronómicas bastante atractivas para el viajero.

Podemos, sí, permitir que el turismo se fortaleza, pero sin descuidar la obligación que tenemos todos de evitar que la nación se contamine con la entrada de personajes indeseables.

Son muchas las tentaciones e inmensos los mecanismos existentes para burlar los controles.

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