La Academia de Ciencias de la República Dominicana acaba de publicar un opúsculo en el que describe las actividades y discursos por haber hecho “Miembro Ad-Honorem” al prominente Eugenio María de Hostos, teniendo como editores a los académicos José Guerrero y Milcíades Mejía. Al leerlo pensé en mi padre, don José Silié Gatón, que en vida fue un hostosiano militante, con más de 15 libros sobre ética, moral y educación, se me ocurre considerarlo a él sin prurito en dominicana como un “Hostos moderno”. Mi padre, fue un gran amigo de Bosch y de Dona Ivelisse (quien todavía se encuentra entre nosotros y goza de buena salud). Por un momento me “imaginé” una ficción, una hipotética mesa donde estaban sentados conversando estos cuatro personajes, trabando conversación amigablemente sobre temas de educación, moral y ética social.
Para valorar a Hostos cito el discurso del culto intelectual y amigo José G. Guerrero: “Hostos fue el padre de la educación moderna y pionero de la enseñanza científica en el país. Su grandeza como educador, filósofo y científico no fue menor que como civilista, patriota y amigo. Su obra merece reverencia, respeto y perpetua gratitud. Su profunda enseñanza fomentó un ferviente amor a la verdad científica, a la moral social y a la defensa de la soberanía nacional. Educó en nuestro país con razón ciencia y conciencia. Su concepción de la ciencia era moral. Los dominicanos debemos agradecer siempre este legado hostosiano de ciencia, moral, patriotismo y humanismo”.
El inmenso don Juan Bosch escribió para el prólogo de su obra Hostos el Sembrador (edición Boricua) lo siguiente: (…) “ahora, al cabo de 38 años, he vuelto a leer a Hostos, el Sembrador; y, aunque al releerla sabía que Hostos fue un idealista como lo fui yo cuando salí de sus manos vivas después de 35 años de su muerte, porque no me avergüenzo de haber sido idealista. Me hubiera avergonzado traicionar a Hostos después de haberlo conocido. Y yo no lo traicioné. No soy el idealista que el formó; pero sé que, si él viviera, los dos estaríamos en las mismas filas, naturalmente, él como jefe y yo como soldado”.
Doña Ivelisse Prats de Pérez en la publicación, señala: “Pienso que Hostos me quiere, porque proclamo ser “hostosiana” en medio de la gran debacle producida por el escepticismo y la anomia moral que sustituyen el imperativo categórico Kantiano que Hotos superó para hacer de la moral individual un compromiso colectivo. El amor no se agradece, sino se recíproca, al señor Hostos no le digo “gracias”. Le reafirmo en el título y el final de este En Plural, lo que siento por él: “Mi querido señor Hostos”.
Démosle la palabra a mi padre en este imaginado “conversatorio” entre estos cuatro maestros superiores (tomado de su obra Ética en la Educación): “Sirve la educación para hacer más libre a la persona, porque permite a esta ver las rutas más claras de la vida, sin las ataduras y la sumisión a que obliga la ignorancia, que es impedimento para la realización personal y el progreso. La primacía de la cultura que tanto bien le hace a los pueblos, solo se logra mediante la educación, pues esta nos enseña la verdad de las cosas, apreciar la realidad de la vida y valorar sus efectos, para asumir consigo la aplicación de los principios, el recto proceder y el comportamiento aceptable, así como las exquisiteces de la vida en sus distintas manifestaciones y comprender por demás los dictados de la naturaleza y las gracias del arte.
Con la educación, aprendemos a desechar la escoria humana que en forma de bajas pasiones muchas veces invaden el alma, estimulando contrariamente a la persona de lo que son la comprensión y razón de la existencia. En fin, el propósito de la educación, es proporcionar una vida atrayente y útil, el cual es mi propósito en este libro.” Este encuentro, del que pido descargo por ser una “atrevida” alegoría imaginada, es en verdad un reverente homenaje a todos los maestros dominicanos, son ellos los artífices de la conducta civilizada de los pueblos, porque a éste se le encomienda la noble misión de irle dando forma altruista al carácter, a las ideas y los modos de ser, para alcanzar la decencia. Estos cuatro seres humanos son innegablemente superiores, muy ilustres ciudadanos, sus íntegras y rectas conductas de vida sin lugar a dudas son ejemplos a imitar sobre todo en estos tiempos de una sociedad con principios tan vulnerados.