Hostos y Felucho

<p>Hostos y Felucho</p>

CHIQUI VICIOSO
Éramos cinco en aquel templo, tan alto como nuestra pequeñez. Éramos cinco en aquel diminuto muro de lamentos.

José Guerrero adoptó el tono íntimo de las declaraciones de amor frente a un muerto insigne: «Usted sabe don Eugenio que aquí lo queremos mucho, por todo lo que usted significó y significa para nosotros; porque es usted el responsable, con Salomé, de que aquí se educaran las mujeres; porque es a usted a quien deberíamos llamar el educador de América; porque es usted una semilla que aun germina aunque haya estado perdida, durante siglos, en las pirámides de Egipto».

Su voz era un susurro, una excusa generalizada por la infinita soledad del Panteón de la Patria, que ese jueves 12 de enero, debía de estar lleno de delegaciones escolares, de grupos de mujeres, de nietos y descendientes de amigos de don Eugenio María de Hostos, mas solo que Juan Pablo Duarte en su exilio venezolano, en su 168 aniversario.

José Chez, Diómedes Núñez, José Guerrero y yo marchamos solemnes, mientras un representante de la Gran Logia Masónica y el hermano de Diómedes, así como la señora Sarah Merán, por la Secretaría de Cultura, nos acompañaban. Quise consolar a don Eugenio: «No se preocupe, ha habido tiempos peores en la nación. Fíjese, este año es por decreto Presidencial el «Año de la Lectura». Estoy segura de que Cultura comenzará una editorial infantil que lanzará una línea de publicaciones ilustradas para niños y niñas sobre los héroes y patrios, aprovechando la experiencia de Alfa & Omega, que ya lo hizo; estoy segura de que le subsidiará a la Academia de Historia un programa de concursos de ensayo para estudiantes de intermedia y secundaria, con usted incluido claro, con algún premio que les sirva de estímulo, ya sea una computadora, una colección de libros o el pasaje a su escuela por un año. Estoy segura, Don Eugenio. Estoy segura»…

De regreso, la respuesta de don Eugenio no se hizo esperar.
Casi tropiezo con una caja de limpiabotas donde el líquido marrón derramado cubría de sangre metafórica las losetas del parque. Subí la vista y encontré a un agente de POLITUR, palo en mano, enfrentado a un adolescente limpiabotas a quien había intentado expulsar del parque, provocando la rebelión de éste y dos de sus compañeros. El agente lo desafiaba a que recogiera la caja, por lo que yo la recogí.

«Esta guerra no puede continuar», le dije. «Agente, si todos estamos tan preocupados con la delincuencia juvenil no podemos seguir acosando a los pocos adolescentes que trabajan». «Es que le ensucian los zapatos a los turistas con agua sucia»… «Eso es mentira, muéstrele la brocha», intentó protestar el joven. «Tú te calla, porque si pierdo la paciencia te exploto aquí mimo, a mi no me importa», dijo el agente, llamando por el celular a alguien, un hombre alto, flaquísimo, pálido, apellido Marte, que dijo ser el Secretario General de la Asociación de Guías Turísticos, y a otros agentes de POLITUR, que llegaron raudos para llevarse al muchacho. «Este me desafió», dijo el agente.

«No diga eso», le solicité, que entonces son ellos los que van a «eplotarlo». «No, aquí todos tamos con la modernización», dijo, como dicen todos ahora parodiando a un Presidente que estoy segura comprende que lo moderno empieza con la educación y concientización básica de esta gigantesca subhumanidad que arrastra el pueblo dominicano.

Se formó un tumulto. Llegaron más agentes de POLITUR y guías turísticas. «Es que Casa de Campo amenazó con no enviar sus turistas porque le ensuciaron un par de zapatos de ¡CIEN DOLARES!, ¡CIEN DOLARES! ¡A un turista! Yo miraba con compasión a aquel hombre que una vez debió de ser un niño pobre, o de la calle, él también luchando por su subsistencia. Sacó su cámara, donde filma la evidencia, mostrando a dos niños limpiabotas discutiendo con un turista porque querían ¡CINCO!, ¡DIEZ!, no un dólar, por la limpiada. ¡Oh Don Eugenio!, ¿pero es qué se puede confiar en la educación cuando lo que hay es desempleo y hambre?

Pensé entonces en que es el turismo la fuente en la que el gobierno confía para compensar la disminución del gasto social, y he decidido apelar a Felucho públicamente para ésta del corazón, no del cálculo:

1.- ¿No podría la Secretaría de Turismo dotar a los niños trabajadores de la zona colonial de un uniforme y una caja de limpiabotas decente? ¿Cuánto costaría eso? Cheles.

2.- ¿No podría dotarse a cada muchacho de una identificación y una tarifa, con el costo de la limpieza de calzado?

3.- No podrían organizarse los muchachos en una Asociación, para que ellos mismos se encarguen de establecer con POLITUR el orden y control de la zona?

4.- ¿No se podría designar a alguien que tra-baje en ese proyecto, junto con las Juntas de Vecinos y ASOCONDE, la oficina del Cardenal y Patrimonio?

5.- La policía, tengo entendido, designó un oficial para organizar a los parqueadores y dotarlos de un chaleco que dice «Parqueador», por el cual todos pagaron RD$300.00, aunque no todos lo han recibido. RD$300.00 para un limpiabotas es mucho dinero. Insisto: ¿No podría la Secretaría de Turismo asumir ese pequeño gasto? Si lo hace, nosotros, por lo menos, nos sentiríamos menos tensionados, como testigos y referís de este ring de boxeo que es la Zona Colonial, entre POLITUR, los Guías Turísticos y los niños y adolescentes trabajadores. Y mucho te lo agradeceríamos, Felucho.

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