¿How much in real Money?

¿How much in real Money?

Con una tenacidad digna de mejor suerte, no ceso de asombrarme del mísero valor de nuestro dinero, de los Billetes de Banco respaldados por el Estado.

   Resulta que en 1945 ingresé a la Orquesta Sinfónica como Violín Segundo, con trece años de edad, a consecuencia de la insistencia   de mi ocasional   maestro de violín, Ernesto Leroux y una repentina aceptación de mi padre, mientras estaba embrollado en una discusión con sus amigos españoles (los únicos capaces de continuar discutiendo  y vociferando palabrotas hasta altas horas de la noche en una esquina de la calle El Conde con 19 de Marzo en tiempos de la Segunda Guerra Mundial… y de Trujillo). 

        Me nombraron Violín Segundo  en  la Sinfónica.   Ganaba 45 pesos, que bastaban para pagar el alquiler de nuestra vivienda en la calle Dr. Delgado esquina Santiago, y sobraban cinco pesos que mi madre abonaba al sastre Luis Felipe Pérez para que me confeccionara trajes de pantalón corto y saco formal en casimir azul marino o lino blanco.

   Pero fui ascendiendo hasta Primer Violín y luego hasta Concertino, que viene a ser el músico principal de una Sinfónica.  Entonces, cuando me entregaron, en el marmóreo Banco de Reservas, trescientos pesos en un impactante fajo de billetes de a cien pesos, crujientes, olorosos a oro, al indiscutible poderío del “Jefe”, quedé atónito.

Ese era el salario del Concertino italiano Mariano Dessí quien, con una importante oferta norteamericana, al dar a conocer su próxima aceptación de la propuesta yankee, expresó que yo podía desempeñar perfectamente la posición. Y me nombraron con el mismo salario.

Avanzaban los años cincuenta. Trescientos pesos mensuales representaban un sueldo importante. La familia asistía regularmente al cine y finalmente se cenaba en un famoso restaurante italiano. Los ingresos totales, que no alcanzaban los mil pesos mensuales, nos permitían vivir sin inquietudes como “clase media acomodada”.

¿Cuánto es necesario ganar hoy para vivir así?

Mejor ni pensar en eso.

Le hemos perdido el respeto  al dinero. Se habla de millones como de pequeñas sumas. Quince pesos no son nada, y tengo una reciente experiencia que quiero compartir.

Resulta que los domingos nuestra vivienda la vigila el señor  que cuida las oficinas que están enfrente. Como algunos amigos de lo ajeno se adueñaban de nuestro periódico, él se ofreció a recibirlo en su área y entregármelo personalmente. Hace unos domingos lo encontré en el banco en que usualmente se sienta, leyendo el HOY     mientras me entregaba mi ejemplar, impecablemente envuelto en plástico. Había comprado dos ejemplares. Cuando intenté pagarle, me dijo: “No se apure, que son sólo quince cheles”.

Aquello me impactó. Recordé que en Washington, antes de una gira mundial de la Sinfónica de Cincinnati, entre las advertencias que nos hicieron estaba, con respecto a las monedas extranjeras que encontraríamos: “Important. ¡Never ask ¿How much it is in Real Money”!

Me pregunto: ¿Tenemos Real Money?

En estos momentos de billetes de banco sin correcto respaldo, en que las monedas son apenas pedazos de metal hasta el punto de que, hace meses, una niña haitiana me devolvió , tirándola despectivamente por la ventana del automóvil, una moneda de cinco pesos,  repito: ¿Tenemos Real Money?

¿Es que existe?

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