“Enséñanos, oh Dios, de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal.90:12).

Su significado es que la brevedad de la vida y lo inexorable de los juicios de Dios debidamente considerados son un excelente medio para ser sabios. Por tanto, es bueno para el alma hacer un uso santo de nuestras miserias y adversidades.

La petición es como si hubiese dicho: “Señor danos tu Gracia para considerar cuán pocos son nuestros días sobre la tierra y cuán breve es nuestro paso por este mundo”; él ha visto claramente la lección, pero además hace conciencia de que sin la bendición de Dios no será de provecho, de manera que pide al Señor que se la enseñe a su alma, y la lección aprender es saber contar nuestros días sobre el planeta.

Sólo Dios puede instruirnos en esto, de modo que se trata de algo difícil de aprender por sí mismo. En el mundo hay buenos contadores, muy diestros en contar grandes sumas, pero torpes para contar sabiamente sus días. En el cielo hay una aritmética, cuyo único instructor es Dios mismo. ¿Cuál es la norma de aprovechamiento de esa aritmética celestial?, cuando “traigamos al corazón sabiduría”, que nuestra conducta sea guiada por el temor a Dios, y crezcamos en la práctica de la piedad. Ser piadoso es equivalente a ser sabio: “He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job.28:28). Cuando una persona se aparta del peligro está preservándose a sí mismo, de modo que la verdadera sabiduría es aquella forma de vida que busca el bien de su propia alma en este mundo y la eternidad: “Si fueres sabio para ti lo serás”; porque hay muchos quienes son sabios para otros, pero no para ellos mismos, como dice el predicador: “Porque escudo es la ciencia, y escudo es el dinero; más la sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores”; hay muchas cosas buenas en esta vida, pero lo más que hacen es proteger, pero no pueden dar vida, en cambio el corazón sabio es vida. Amén.