Hoy con Cristo

<p>Hoy con Cristo</p>

POR PASTOR OSCAR AROCHA
“Hablaron a Roboam, diciendo: Tu padre agravó nuestro yugo; ahora alivia algo de la dura servidumbre y del pesado yugo con que tu padre nos apremió, y te serviremos” (2 Cro.10:4).

Pregunta: ¿Qué pedían? Disminución de los impuestos, nótese: “Envió luego el rey Roboam a Adoram, que tenía cargo de los tributos; pero le apedrearon los hijos de Israel” (v18). Fue un asunto de tributos o impuestos. En un pueblo sin temor a Dios un aumento de los impuestos puede hacer que se tambalee o caiga el gobierno. Como se suele decir entre la gente: Se la pusieron difícil. Si el rey cedía, entonces estaría desaprobando el gobierno de su padre Salomón. Y si no los complacía, ponía en peligro su reinado. Gobernar desde abajo es bien fácil. Pero cuando le toca a uno las cosas se dificultan. Los pone a querer dejar el puesto. Bien dicen algunos: Que la silla del gobierno tiene alfileres.  Si hubo un reino de gozo y facilidad fue el de Salomón, sin embargo el pueblo se quejó. 

El pasaje es la imagen de una reunión pacífica entre el rey y el pueblo. Llama la atención  que el pueblo en ningún momento dijo a Roboam: “Mira, tu padre metió aquí muchas mujeres impías, o idólatras, ahora busquemos que eso sea limpiado, para que tengamos mayor bendición de Dios. Queremos que tu reinado empiece donde debe empezar, con Jehová nuestro Dios por encima de todo”.  El pueblo y el rey fueron más diligentes en amar el dinero que combatir la corrupción.  Su aspiración fue el dólar y la facilidad de vida, no pensaron en lo espiritual. Como nación eran dignos de ser castigados. Todo eso sucedió porque Dios así lo había decretado: “Y no escuchó el rey al pueblo; porque la causa era de Dios, para que Jehová cumpliera la palabra que había hablado por Ahías silonita a Jeroboam hijo de Nabat” (v15). Será frecuente con la justicia divina castigar el pecado del pueblo con la maldad de hombres impíos. Castigó la idolatría de Israel con la maldad de Roboam.  Sea la ocasión para aprender la lección y huir de la idolatría. Amén.

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