PASTOR OSCAR AROCHA
En tus ordenanzas meditaré; consideraré tus caminos (Salmos 119:15).
En este verso David hace la santa determinación de meditar en los mandamientos de Dios, como si dijera: En tus mandamientos meditaré.
¿Qué es la meditación? Es un acto mediante el cual el alma espiritualiza cada asunto u objeto en que está interesada. Esto es así, porque todo corazón que ha nacido de nuevo es como un destilador: puede extraer beneficiosos pensamientos o conclusiones de todo lo que entra a su cerebro.
El Señor Jesucristo sacó el discurso del agua de vida estando al lado del pozo de Jacob, (Jun.4); cenando en la casa de un fariseo, da el discurso sobre el comer pan en el reino de Dios: Al oír esto, uno de los que estaban sentados con él a la mesa le dijo: ¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!» (Lc.14:15), y así muchos otros.
Hay una seria y solemne meditación que es un reflexionar del individuo; esto es una conversación entre el hombre y su propio corazón. Meditad en vuestro corazón y callad, (Sal.4:4). Mucho del temperamento o estado de nuestro propio corazón puede ser discernido o correctamente conocido por el chorro de nuestros pensamientos. Los pensamientos son los primeros y más fieles signos de lo que somos y lo que andamos buscando. Un corazón dominado por la codicia encontrará deleite con grandes y constantes pensamientos tras las ganancias y las riquezas. En la lujuria o en la lascivia, la mente correrá hacia los placeres sensuales y la gratificación desordenada de la carne.
El honor y los aplausos engordarán los pensamientos del ambicioso, pero como la esperanza y felicidad de un cristiano sincero están centradas en Dios y Su favor, él frecuentemente busca enfocar su alma en el gozo del Señor. Amén.