Hoy con Cristo

Hoy con Cristo

Es claro de nuestro texto, lo que el precepto divino establece con relación al ejercicio de la fe en Dios. Entiéndase que quien espera en el Altísimo no es precipitado.

Una de las maneras más usuales de tentar a Dios es cuando somos impacientes esperando su ayuda, como si nos ofendiera la senda que Él ha establecido para hacerlo. Espera, pues, en la misericordia divina en el poder, la bondad, y en los términos del cielo, y no en los de la tierra.

Por tanto, cuidémonos de no limitar el poder de Dios en nuestras imaginaciones, o pensar que Dios sólo puede actuar según nos parezca. Entiende, pues, que sería un gran pecado limitar la misericordia de Dios, como también limitar su poder en tu corazón.

Se tienta a Dios con respecto a su providencia, cuando establecemos en nuestro corazón el tiempo, la manera y los medios de Él obrar; esto lo hacemos al limitar su sabiduría y poder, como si el  Creador no pudiera hacer más de lo que se concibe como probable, o que nada más puede ayudarnos, pensaríamos; como aquel niño que al iniciar sus estudios de aritmética concluyó que el número nueve sólo es posible al sumar seis más tres. Para que la impaciencia no te coja desprevenido, ten presente, que recibirás una sentencia de muerte, antes de una gran misericordia.

En muchas cosas hay una analogía entre los eventos de la naturaleza y la vida espiritual; es cierto que a menudo se verifica, que después de la tempestad viene la calma, o que nunca es más oscuro que cuando va a amanecer; y semejantes experiencias vemos en las vidas de los grandes santos, las cuales han de ser como dirección y ejemplo para nosotros.

Tomemos el caso de David que fue rey en sufrimientos, antes de que la corona de Israel fuera puesta sobre su cabeza. Entonces, es bueno saber en nuestra lucha contra el desánimo espiritual, que Dios usualmente guiará su pueblo a una gran misericordia, no sin antes poner una sentencia de muerte sobre todos los medios que tienden a esa gran bendición. Amén.

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