Hoy con Cristo

Hoy con Cristo

POR PASTOR OSCAR AROCHA
“Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo” (Lucas 22:31).

 Cuando un cristiano está bajo tentación es cuando su alma ha sido llevada al campo de batalla a pelear contra Satanás. Pedro no sabía que iba a ser tentado, pero le fue comunicado por el Señor para que entendiera que no estaba solo y que Él pelearía por Pedro.

  Las tentaciones son solicitadas por un espíritu cruel e inmundo y aún cuando el hombre no sea consciente, ni esté de acuerdo,  sufrirá. Una mujer casta considerará como gran aflicción si es violada, aunque no consienta, y aunque fue forzada, le será motivo de tristeza; de modo que cuando un cristiano es tentado, sufrirá aunque no tenga su voluntad en ello.

Es saludable que en nuestras oraciones nunca falte aquella petición que el Señor nos ha enseñado: “Oh, Dios, no nos metas en tentación, o no nos deje caer en ellas”.

 Uno no se hace consciente de que va a ser tentado, sino que el enemigo lo solicita y se le concede, por eso sigamos la exhortación que nos da el Espíritu: “Velad, y orad para que no entréis en tentación” (Mt.26:41). Entiéndase el velar como diligencia en la vida espiritual, y orar dependencia de Dios, pues sin Él nada podemos hacer, mucho menos vencer.

 Cuando vencemos sobre las tentaciones Dios se glorifica, venimos a ser instrumentos de Su poderío, como un soldado al ejército que pertenece. Cuando el alma y el cuerpo son tentados el dolor es muy grande y la tristeza es mayor. Pues a veces el cuerpo ha sido atacado, pero el espíritu no y con su fortaleza respalda y mantiene el cuerpo en lucha. Mire el ejemplo del apóstol: “Y para que las grandezas de las revelaciones no me exaltasen desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera» (2Co.12:7).

 En este caso el consuelo del Espíritu Santo fue derramado sobre el hombre interior del Apóstol, y lleno de gozo se mantenía en actitud firme. Roguemos, pues, al Señor, que nos enseñe a cultivar buenos pensamientos de Él, y a esperar pacientemente en Su misericordia. Amén.

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