PASTOR OSCAR AROCHA
Entonces el mayordomo se dijo a sí mismo: ¿qué haré? porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que cuando sea destituido de la mayordomía, me reciban en sus casas! (Lucas 16:3-4)
La visión del prudente es de largo alcance, este cuida del presente, pero sin descuidar el futuro. El siervo en este pasaje previó peligro en el futuro y se preparó para dicha contingencia. De manera, pues, que la prudencia en general es previsión, como suelen decir nuestros abuelos: Hombre precavido vale por dos. Es cierto que no podemos saber a ciencia cierta el futuro, pero podemos predecir muchas cosas con cierto grado aceptable de probabilidad.
El conocimiento de las Escrituras, nuestra experiencia y la de buenos hombres que nos han precedido pueden ayudarnos a vaticinar lo que viene. El uso adecuado de estas herramientas haría una persona prudente. La prudencia exige que hagamos cálculos, y así lo enseña Jesús: Cual de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (Luc.14:28); el prudente no solo ve el peligro, sino también trata de evitarlo.
La gran mayoría de nuestros problemas tiene como causa que casi nunca pensamos antes de hablar o actuar. La prudencia tiene tres actos esenciales: Examinar, juzgar y actuar. En cierta escuela decidieron probar sus alumnos de diez años de edad. Se les entregó a cada uno la hoja con doce preguntas; y se les dijo que leyeran el papel y que luego contestaran. Casi todos desoyeron el consejo y se dispusieron a llenar sus papeles; solo tres leyeron y luego contestaron, entregando sus pruebas a los cinco minutos del examen, los demás una hora después, porque la última pregunta decía que solo debían poner el nombre y olvidarse de las demás. El caso puede ser trivial pero posee una gran lección sobre la importancia de la prudencia en todos los órdenes de la vida. Los prudentes se ahorrarían mucho trabajo y fastidio. Amén.