Hoy con Cristo

Hoy con Cristo

PASTOR OSCAR AROCHA
“Que enseñen a las  mujeres jóvenes a amar  a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas” (Ti3:4).

En este verso el apóstol pone de primero los deberes de la mujer que hacen camino a la castidad y los que siguen como los preservativos. Semejante al hombre que ahorra con mucho esfuerzo para construir una casa, y después que la construye sigue trabajando para pagar los seguros de protección.

De este modo, el Espíritu Santo nos instruye, diciéndonos, que la manera más segura de ella guardar la castidad es siendo una mujer cuidadora de su casa. No que la mujer no deba salir de su casa, pues habrán muchas ocasiones legítimas en que ella será encontrada fuera del hogar, como los  creyentes en general que tiene deberes de adoración pública, pero sus más frecuentes han de ser las obras de misericordia a los pobres y los enfermos. La excepción confirma la regla general, no la contradice.

El Señor se deleita en preservar la unidad familiar y una de las cosas que más atenta contra el matrimonio es cuando se violan aquellos preceptos que Él ha puesto para preservarlos, entre los cuales está este que estamos considerando. Un texto para probarlo: «Cual ave que se va de su nido, tal es el hombre que se va de su lugar» (Pro.27:8); el lugar propio de un ave es su nido, cuando ella lo abandona se multiplican los peligros, es tanto así que los cazadores nunca o casi nunca cazan sus presas cuando están en el nido, sino cuando lo abandonan. De manera semejante, cuando la mujer abandona el deber que Dios les ha impuesto de ser cuidadosa de su casa, entonces el peligro aumenta, como si la providencia retirase la protección que les ha prometido para cuando permanecen en el hogar. 

Cuando el Ángel del Señor le preguntó a Abraham dónde estaba Sara, el patriarca contestó:

 «Aquí en la tienda» (Gen.18:9). Se espera que las hijas de Sara deban estar con ella, dentro de sus hogares. Amén.

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