Hoy con Cristo

<p>Hoy con Cristo</p>

POR PASTOR OSCAR AROCHA
“Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1Tes.4:18).
El consuelo al corazón es como agua fresca a la lengua sedienta. Necesitamos el agua, es parte del sostén para seguir adelante; de manera semejante el consuelo sobre el alma. Recordemos, que hay consuelo para el cuerpo y también para el alma. Esas palabras de Pablo no acabarían con sus pruebas, pero sí los ayudarían a soportar y no desfallecer. Se infiere: Que consuelo es el sostén de corazón para cuando se está en peligro de ser debilitado por el miedo y adversidades en la vida evangélica. Fortalece la mente en medio de los problemas.

Eso mismo parece decir el salmista: “Tu palabra es mi consuelo en mi aflicción, porque ella me ha vivificado” (Sal.119:50). La gran necesidad de consuelo es en las aflicciones. Y el poder de esos consuelos es por su procedencia, vienen de Dios por medio de su palabra.

 Los consuelos de fe provienen del Dios de toda consolación. David por experiencia propia dice: “Tú has dado tal alegría a mi corazón que sobrepasa a la alegría que ellos tienen con motivo de su siega y de su vendimia” (Sal.4:7). Su gozo fue superior al de la prosperidad económica. Pocas cosas alegran tanto como recibir dinero, pero tal gozo se levanta de un argumento terrenal, en cambio el divino viene por la obra del Espíritu Santo, y como dicen por ahí: Donde manda capitán, no manda soldado. Es un consuelo que cuida en la prosperidad y sostiene en la adversidad. No sólo en la suposición de un problema, sino también en el mismo problema.  Es sabiduría y gozo cómo hacer dinero, y es mucho mejor saber cómo consolar el alma con poca cosa.

Por tanto, medita sobre la verdad, al oírla, leerla, teniendo en mente que son para tu provecho. La tierra es madre de las riquezas terrenales, lo sacamos todo de ella, y las Escrituras es el fundamento de la verdadera felicidad, esperanza y consuelo; allí está el único remedio contra el pecado, las miserias, y son las reglas para andar seguros, confiados y consolados.

Camina, pues, guiado por Ella hasta que tus bendiciones sean perfectas. Este debe ser tu principal deleite. Óyela, léela y aplícala: “Y el Dios de paz y de amor estará contigo.”  Amén.

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