Hoy con Cristo

Hoy con Cristo

Pastor Oscar Arocha
La mansedumbre no siempre está en operación, pero siempre está dispuesta a hacerlo, si se lo permitimos. Cuando somos injuriados u ofendidos nos sentimos amenazados, el instinto natural nos pone en pie de guerra, y allí la mansedumbre inicia su trabajo, cuando la ira inflama los sentimientos de venganza. Su obra inicial es deliberar.

Esto es, tan pronto somos ofendidos nuestro mecanismo de defensa se incorpora, pues hemos sido atacados, pero la mansedumbre indica que no es tiempo de manifestar nuestro disgusto, sino madurar el asunto y estudiarlo. Esto así, porque el propósito final de la redención en Cristo es honrarnos, devolvernos la gloria como seres hechos a Su imagen, y en este sentido mantener la razón en su trono regulador, por eso nos manda a deliberar o pensar bien para que los sentimientos no nublen nuestra mente y el sano juicio no sea enturbiado.

Que la provocación no nos haga como animales irracionales, y como seres humanos ver las cosas en sus colores. Cuando el toro ve un paño rojo su reacción es atacar, en su caso es entendible porque carece de razón. Hay personas que en ocasiones reaccionan como si fuesen toros de lidia. La mansedumbre nos pone a deliberar para evitar reacciones así. Manteniendo el buen juicio se determina si es o no una amenaza, y además, cómo y cuándo defendernos.

El ejemplo del Señor Jesús nos indica que debemos deliberar antes de manifestar: “Entonces Jesús, al verla llorando y al ver a los judíos que habían venido junto con ella también llorando, se conmovió en espíritu y se turbó” (Jn.11:33). Consideró a los otros, deliberó y vio que era propio conmoverse.

En el caso de las provocaciones las cosas irán correctas en el alma cuando no dejamos que la amargura gobierne los sentimientos. La mansedumbre no elimina el resentimiento o amargura de ánimo, sino que no lo deja entrar a los afectos para que la mente no sea molestada en su deliberación. Amén.

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