Hoy con Cristo

Hoy con Cristo

PASTOR OSCAR AROCHA
“Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,   ¿cuánto más vuestro Padre Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”” (Lc.11:13).

En este pasaje, el Señor Jesucristo resalta la importancia de la operación del Espíritu Santo en el corazón, y enseña su influencia como indispensable.

Así como la comida es el sostén de la vida física, lo mismo es el Espíritu Santo para la vida espiritual. Hay un mundo eterno que es real y existe. No para los cinco sentidos, sino para los ojos de la fe. El mundo eterno contiene realidades más serias y duraderas que éste. Dios habita en él. El cielo está allí; el trono del juicio final también está allí, donde Cristo juzgará a cada persona.

Si lo real son las cosas inmutables, no habrá duda de que ese es real. Lo irreal es aparente, pero lo real permanece. El  hierro es un metal más real que el objeto carro, ya que si derrites el carro, al fundirse desaparece, pero el metal permanece. Los placeres y felicidad presente desaparecen con cualquier enfermedad; el dolor es más real que el gozo carnal.  El dolor eterno es la porción de los que mueren sin Cristo.

 Lo mismo se puede decir del cuerpo y el alma. El cuerpo se pudrirá, no así el alma. Siendo lo eterno la medida de lo real, este mundo es irreal o vanidad; impresiona al hombre por los objetos que hay en él, tal la casa, la montaña, el río.  El conocimiento es la unión de un hecho con un sentimiento. Puede haber una piedra en el camino, pero a menos que le toque con el pie, o con la mano, o con mis ojos,  no tengo conocimiento de la piedra y lo mismo ocurre con cualquier cosa. Así también hay un mundo invisible, fuera de nuestro alcance y realmente impresionante; pero a menos que yo sienta su influencia no será real para mí.  Hay una órbita cerrada a los ojos naturales, pero abierta y tangible a los de la fe, solo el Espíritu Santo capacita para verla: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (He.11:1).  El Espíritu Santo es dado a los que lo pidan, con más prontitud y buen deseo. Amén.

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