Hoy con Cristo
Cuán fácil engaña la  imaginación altiva

<STRONG>Hoy con Cristo<BR></STRONG>Cuán fácil engaña la  imaginación altiva

Note el terrible efecto que produce la autocomplacencia, o estar satisfecho con lo que se sabe: “Si alguno entre vosotros se cree sabio” o se imagina serlo, como si obtuviera un conocimiento parcial de la isla de la Hispaniola, pero  cree conocerlo todo, su imaginación le privaría de conocer el resto, y su conocimiento sería superficial por el engaño de su imaginación. El juicio veraz de nuestra espiritualidad no lo tiene la imaginación, sino la buena práctica: “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.” (Stgo 3:13). Nadie se jacte en lo que sabe, ni en la sabiduría de su maestro humano, y a esto se agrega: “El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Así que ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro.” (1 Co 3:20-21). Hay personas expuestas a buenos predicadores, y cuando van a sus lugares, en lugar de ser humildes y mostrar que están más cerca de Cristo, usan el nombre del maestro famoso para colocarse por encima de sus hermanos, y esto es censurable: “Los pensamientos de los sabios son vanos… ninguno se gloríe en los hombres.”

¡Cuán fácil engaña la  imaginación altiva! Había entre ellos quienes querían conocer las doctrinas, no con fines de amar al prójimo, sino impresionarlo con su supuesta superioridad; se jactaban erróneamente.  Comentando sobre la imaginación, el puritano Reynolds dijo: “El oficio de la imaginación sobre la voluntad es avivar, fascinar, y enfocar su deseo hacia un objeto conveniente.”

En el caso de algunos en aquella iglesia, el objeto conveniente era aprender las doctrinas de manera especulativa y vestir su propia persona con tal brillo; la imaginación los hacía errar. Es cierto que en algunas ocasiones la imaginación pudiera hacer buen trabajo, en particular con asuntos de poco peso o que no requieran  profundidad.

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