HOY CON CRISTO
Dichosos los que sufren en el Evangelio

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No hay ser humano de este lado del Cielo exonerado de aflicción, mucho menos los creyentes, ya que son como las naranjas que Dios ha escogido para que llenen de jugo su vaso.

Es cierto que la vida natural es un ir cuesta abajo, pero la vida cristiana es lo contrario, el creyente está subiendo hacia el cielo, y en su peregrinar hay un continuo lamento.

No que necesitemos las amarguras de esta vida para que el cielo nos sea dulce, sino que agradó a Dios llevarnos de las calamidades al gozo eterno en los cielos, o perfeccionar nuestra salvación por medio de sufrimientos, o llevarnos tal cual Cristo, de la humillación a la gloria. Perfeccionarnos por medio de sufrimientos.

Cuando consideramos la vida de David será inmediato notar lo mucho que sufrió. Vivió como si tuviese veneno en su sangre, de la cintura hacia abajo, muchas aflicciones, y de su cintura hacia arriba, poco consuelo. Fue un hombre muy atribulado.

Sin embargo,  siempre encontró sostén en Dios. Y fue puesto como ejemplo a los que sufren, para que en Dios encuentren consuelo. Dichosos los que sufren en el Evangelio.

Si un hombre está enfermo y no coopera para curarse, poco podrán hacer los médicos. Pero si el paciente y el médico se ponen de acuerdo, la curación está más cerca.

Así ocurre con los problemas del alma.  Si el alma actúa con fe, y Dios con Su Gracia, la depresión se va, la mente es curada. Eso aprendemos de David; nótese: “En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegraban mi alma”. El salmista sintió el ataque de los malos pensamientos que conducen a la depresión, y allí trajo el espíritu de consolación, y sus tristezas se fueron. Terminó su día, no triste, sino consolado.

Esa es la manera bíblica o eficaz de consolar el alma, el paciente tiene o debe cooperar con la gracia de Dios, y alcanzará la consolación.  Amén.

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